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Daniel Rodríguez Herrera

Aborto: ni derecho ni asesinato

Se deben prohibir los toros porque son capaces de sentir dolor y sufrir, pero el aborto es un derecho.

Se deben prohibir los toros porque son capaces de sentir dolor y sufrir, pero el aborto es un derecho. El aborto es un asesinato, pero no hay que meter en la cárcel a las mujeres que aborten. Este es, más o menos, el nivel general del debate en tertulias y redes sociales. Es una pena, porque hubo un tiempo en que existía una discusión real y las posturas estaban menos enconadas, en un lado y en otro. Y es una conversación que hay que tener, por la importancia y complejidad del aborto.

Hay una afirmación que, mal que le pese a la izquierda más iletrada, no es discutible. Abortar es matar a un ser humano. Esto es un hecho biológico. Lo que crece en el vientre de la madre es un ser vivo diferenciado de ella que pertenece a nuestra especie y el aborto lo mata. Si se considerara que desde el momento de la concepción ese ser humano es una persona con los mismos derechos que los adultos abortar debería ser un delito equivalente al asesinato, con penas de cárcel bien largas. Si se le considera un amasijo de células sin ningún derecho, abortar debería ser tan libre como sacarse una verruga.

La cuestión es que muchos tenemos la postura, que creo algo más razonable, de que es algo entre medias. Y que aunque una mayoría compartiera una de las dos opiniones extremas, que no parece, lo cierto es que estamos bien lejos de un consenso y cualquier decisión que se tome debería ser una componenda. Soy el primero a quien le gustaría tener las cosas claras, como las tengo en tantas otras cuestiones, y tengo al tiempo cierta envidia y desconfianza hacia quienes las tienen; envidia porque este asunto no le da los dolores de cabeza que a mí, desconfianza porque sospecho que no se han respondido las preguntas que me hago con la profundidad suficiente, o que incluso ni siquiera se las han planteado.

En concreto, la pregunta que no se suelen hacer muchos de forma sincera es si consideran al feto una persona con derechos. Y cuando digo nadie no estoy mirando a ninguna bancada concreta. Muchos que lo consideran un crimen desde el principio no se cuestionan cómo es posible que algo tan pequeño y biológicamente poco complejo como es un feto de pocas semanas pueda tener alma, si son religiosos, o pueda ser un alguien, si no lo son. Otros que creen que es un derecho nunca se plantean cómo un ser humano puede no ser una persona y dos segundos después serlo por el hecho de haberse movido unos centímetros, de dentro de su madre a fuera.

Una ley de plazos responde a esa pregunta considerando que en un minuto se pasa de no tener derechos a tener, al menos, el derecho a la vida. Una ley de supuestos lo hace considerando que se tiene derecho a la vida desde la concepción, pero que en los fetos es suficientemente débil como para que circunstancias que afectan a la madre sean más importantes que esa vida. Lo curioso es que, en la práctica, no cambiará gran cosa. Los informes favorables se darán de forma más o menos automática –hoy por ti, mañana por mi– y excepto en el caso de riesgo para la vida de la madre –que como es lógico permite abortar en cualquier momento– hay también un plazo bastante generoso.

¿Por qué, entonces, el barullo? Porque quizá el principal cambio de esta norma es más abstracto y, por mi parte, completamente bienvenido: se deja de considerar el aborto como un derecho. Porque una cosa es que se permita y otra que matar seres humanos se considere al mismo nivel que el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad. Cuando la izquierda cree que algo es bueno lo califica de derecho, para que así la derecha no pueda cambiarlo bajo ningún concepto. Y el aborto es malo siempre, aunque en algunos casos pueda considerarse mejor que las alternativas; llamarlo derecho es elevarlo a una posición que no le corresponde.

El PP considera que esta norma vuelve al consenso que duró de 1985 al 2010, pero ese consenso realmente nunca existió porque no puede haberlo salvo en puntos muy concretos. Lo que había era una relativa despreocupación. Eso voló por los aires, más que con la ley de Zapatero, con el debate que provocó, y que continúa. Así que sería raro que la izquierda regresara al poder y no cambiara esta ley. Que seguirá siendo insatisfactoria, porque todas lo son.

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