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Cristina Losada

Guardiola, a patadas con la democracia

Han abundado los gobernantes despóticos que enmascararon su condición organizando espectáculos de democracia, con sus referéndums y sus elecciones.

En nuestro tiempo han abundado los gobernantes despóticos que enmascararon su condición organizando espectáculos de democracia, con sus referéndums y sus elecciones. Ya sólo por eso, por la cautela que aconsejan tales experiencias, se deben mirar con lupa las invocaciones a la democracia que la reducen al hecho de ir a las urnas. Porque es del todo cierto que no hay democracia sin urnas, pero también lo es que hay urnas sin democracia. Este último es exactamente el caso de ese referéndum que anunció Artur Mas el otro día.

Sus partidarios no cesan de proclamar que es lo más democrático del mundo dejar que los catalanes decidan si quieren continuar en España o separarse. Que el pueblo hable y la mayoría decida, razonan ellos, ¿cómo no va a ser democrático? Ahí tenemos al entrenador Guardiola, al que conocíamos como experto en fútbol, pero ahora hemos de considerar como experto en democracia. "No hay acto más democrático", dijo al enterarse de la convocatoria de Mas. "Es una gran oportunidad para que la gente se manifieste. Las leyes cambian leyes y son los pueblos los que lo piden". Vayamos por partes, como dijo el otro, que hay más empanadas que las gallegas.

No tiene ni pizca de democrático hurtar al conjunto de los españoles la facultad de determinar cómo ha de ser España. Para que lo vea Guardiola, ¿qué le parecería que los españoles, con excepción de los catalanes, votaran en referéndum la supresión de la autonomía de Cataluña? La analogía se queda corta, ya que no plantea una ruptura, pero es igual en la exclusión. Así que volvemos a interpelar a nuestro experto. Si es tan democrático que los catalanes decidan solos el futuro de España, tendrá que aceptar que también sería democrático que el resto de los españoles dispusieran el futuro de Cataluña sin contar con los catalanes.

Es asombroso cuánta gente cree, y lo cree sinceramente, lo mismo que Guardiola. Porque es gente que montaría en cólera si en su comunidad de vecinos los del tercero decidieran por su cuenta el color del que hay que repintar la fachada del edificio. Conocen las reglas de convivencia en un edificio, como el míster conoce y respeta, supongo, las reglas del fútbol. Pero de la democracia y de sus reglas están tan ayunos como un recién nacido. Son para ellos, quizá, como la plastilina. Sólo tiene razón en una cosa el entrenador, aunque lo diga de aquella manera, y es que "las leyes cambian leyes". Le falta el cómo. Lo más importante. Lo que Mas y compañía han burlado. Sepa Guardiola que no respetar el procedimiento para cambiar las leyes es darle patadas al vientre de la democracia.

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