Privilegios de la amnesia
José Luís Rodríguez Zapatero acaba de alumbrar unas memorias que bien podría haber titulado 'Memorias de un desmemoriado'.
De cualquier situación en la vida, también de las carencias, pueden deducirse aspectos ventajosos, si el hombre no se rebela contra ellas, sino que se las ingenia para aprovecharlas. El amnésico tiene el gran privilegio de no recordar lo bueno que le ha podido ocurrir, pero también de haber olvidado lo que de malo le sucedió en la vida.
Cuando el aquejado por la falta de memoria trata de combatir la deficiencia que vacía su pasado y, dando con arrojo un paso adelante, escribe unas memorias está optando por situaciones irreversibles, que acaban ahondando en el desprestigio que cosechó cuando acaecían los hechos, que se suponía habían quedado en el olvido de quien los protagonizó.
José Luís Rodríguez Zapatero, el anterior presidente del Gobierno y actual consejero de Estado, acaba de alumbrar unas memorias que bien podría haber titulado Memorias de un desmemoriado. Con su trayectoria presidencial, el mejor consejo que los suyos podrían haberle ofrecido era el sabio refugio del silencio. Ese elocuente silencio del que nada dice, y que sembrará la duda de si no dice porque no sabe, o no dice porque no quiere decir. Algunos, incluso, lo considerarán muestra de prudencia suprema.
Pero, por lo visto, la tendencia irrefrenable a dejar constancia histórica de lo que no hacemos y de lo que hacemos mal, y no sólo eso, sino a incidir en ello, cuando ninguna necesidad existe para tan morbosa actitud, ha debido de ser la causa de la aparición de las memorias presidenciales que acaban de ver la luz.
Lo que sí se deja ver en las páginas publicadas es que el señor Rodríguez Zapatero sigue siendo aquel ZP que llevó la economía española desde la cumbre de 2005 (año que se vio favorecido por la inercia de 2004) al hundimiento de 2011, cuyos efectos (en este caso negativos) también se siguieron acusando en 2012. Y sigue siéndolo con el gracejo que le caracterizaba en sus dos mandatos presidenciales, y con la frialdad para disfrazar la realidad que ya mostró en su presidencia.
El problema es que entonces, para muchos, usaba y abusaba de la llamada gracia de Estado, por lo que los más predispuestos creían a pies juntillas cualquier cosa que pudiera decir, mientras que hoy aquella gracia no tiene gracia y lo falso es terminantemente falso. Trata ahora de convencernos de que aquella crisis que nunca existió (mejor sería decir que nunca reconoció, salvo cuando afirmó que ya estábamos saliendo de ella) fue responsabilidad de Grecia y del Banco Central Europeo.
O sea, que sí que existió, pero que él no tuvo nada que ver. Es el recurso infantil de Paquito acusando a Juanito de las travesuras que le imputa el director del colegio. Grecia estaba ahí y el BCE también, y no todas las economías sufrieron la depresión como la economía española.
Sinceramente, ¿no habría sido mejor permanecer en silencio?
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