Después de la elección
Chile se encuentra en la que tal vez sea la elección presidencial más importante desde su regreso a la democracia en 1990.
Chile se encuentra en la que tal vez sea la elección presidencial más importante desde su regreso a la democracia en 1990. Muchos observadores internacionales se enfocaron en la historia de las dos principales candidatas: hijas de generales de la Fuerza Aérea que eligieron lados opuestos durante el golpe militar que derrocó al presidente socialista Salvador Allende en 1973. Pero lo que está en juego no es el pasado de Chile, sino su futuro.
Primero recapitulemos dónde está Chile: Gracias a las reformas de libre mercado implementadas desde 1975 por el gobierno militar de Augusto Pinochet, que luego fueron profundizadas por gobiernos democráticos de centroizquierda desde 1990, Chile puede jactarse de los siguientes logros:
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Es la economía más libre de la región y la 11ª del mundo (delante de EEUU), según Libertad Económica en el Mundo: Informe Anual.
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Más que triplicó su ingreso per cápita desde 1990, hasta llegar a tener uno de 19.100 dólares (ppp), el mayor de Latinoamérica.
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Según el FMI, llegará a un ingreso per cápita de 23.800 dólares, que es el umbral oficial para convertirse en un país desarrollado.
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Según la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas (Celac), tiene el registro más impresionante en cuanto a reducción de pobreza en América Latina durante las últimas dos décadas. La tasa de pobreza cayó del 45% a mediados de los ochenta al 11% en 2011, la tasa más baja de la región.
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Tiene las instituciones democráticas más sólidas de Latinoamérica, según el índice del Estado de Derecho producido por el Proyecto de Justicia Mundial.
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También es el país menos corrupto de la región, según Transparencia Internacional.
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Junto con Costa Rica y Uruguay, comparte la mejor posición en Latinoamérica respecto de derechos políticos y libertades civiles, según Freedom House.
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La alta desigualdad de ingresos, que siempre ha sido algo ofensivo para muchos, ha disminuido durante la última década.
Con indicadores tan impresionantes, es confuso que la candidata más votada, la expresidenta Michelle Bachelet, se postule bajo una plataforma que pide cambios que alterarían significativamente el modelo chileno, aumentando el rol del gobierno en la economía. En particular, Bachelet propone educación superior gratuita para todos, abolir universidades y colegios con fines de lucro, introducir un fondo de pensiones estatal en el sistema de pensiones privado, subir impuestos a empresas y profesionales e incluso una nueva constitución.
Bachelet obtuvo el primer lugar en la primera vuelta con un 46,7% del voto, a poca distancia del 50% necesario para evitar una segunda vuelta. El 15 de diciembre tendrá que enfrentarse nuevamente a la candidata de centroderecha Evelyn Matthei, quien obtuvo el segundo lugar con un 25% del voto.
Es muy probable que Bachelet gane, pero su coalición de gobierno, que por primera vez incluye al Partido Comunista, no alcanzó la mayoría de dos tercios necesaria para cambiar la constitución. Sin embargo, sí tiene los votos necesarios para sacar adelante reformas en impuestos, educación y pensiones.
Vale la pena subrayar que, pese a que Bachelet goza de fuerte apoyo entre los chilenos, no solo no consiguió evitar una segunda vuelta, sino que recibió menos votos (3.070.012) que en su primera vuelta de 2005 (3.190.691). Mucho influye que la del otro domingo haya sido la primera elección presidencial con voto voluntario. Aproximadamente el 50% de los chilenos aptos para votar no lo hizo. Esto implica que Bachelet recibió el voto de solo el 22% de los registrados, lo que difícilmente representa un mandato muy poderoso para cambios radicales.
Esto no significa que Bachelet no vaya a buscar sacar adelante esas reformas. Después de todo, su coalición obtuvo una mayoría de escaños en el congreso. Desafortunadamente, un gran segmento de la sociedad chilena parece haber caído en la trampa de las altas expectativas, que comprende el peligro de que se imponga una falsa sensación de prosperidad antes de que el país realmente se vuelva rico. Lo que hemos visto en los últimos años es que la nueva clase media se convirtió en la fuerza impulsora tras las demandas de una mayor expansión del estado de bienestar. El futuro del exitoso modelo chileno estará en juego durante los próximos cuatro años.
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