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¿Hambre en Estados Unidos?

Una normativa antipobreza sensata se debería basar en información correcta.

Un editorial del New York Times de septiembre afirmaba que el 14,5% de los hogares de Estados Unidos está sufriendo las "punzadas del hambre crónica". Aunque esa cifra se basa en un nuevo informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), es engañosa.

La cifra del 14,5% utilizada por el Times alude a la "inseguridad alimentaria". Pero la mayoría de las personas con "inseguridad alimentaria" informa de que nunca pasó hambre, ni siquiera durante un día, a lo largo de 2012. Aunque puede que muchos hogares con inseguridad alimentaria hayan tenido que depender de "unos cuantos alimentos básicos", la mayoría informa de “pocos indicios, en caso de haber alguno, de haber reducido sus ingestas de comida”.

De hecho, los datos del USDA muestran que menos del 5% de los adultos informó de que pasó hambre durante un solo día a lo largo de 2012, pero que no comió debido a que no pudo permitirse comprar comida. Entre los niños, la cifra es significativamente menor, de un 1,5%.

Evidentemente, estas cifras no niegan las dificultades que tienen los americanos que luchan por poner un plato de comida en la mesa para ellos y sus familias. Sin embargo, en los debates en torno a las políticas de actuación contra la pobreza la realidad se distorsiona con demasiada frecuencia.

En estos momentos, el debate en torno a la "inseguridad alimentaria" se está exagerando para poder afirmar que cualquier intento por poner freno al aumento del gasto en cupones para alimentos sería una tragedia. Y sin embargo el gasto en cupones ha experimentado un acusado aumento durante más o menos la última década, con recesión o sin ella. El gasto se ha duplicado entre 2000 y 2007 y luego se duplicado de nuevo entre 2008 y 2012. Ciertamente, el crecimiento del programa se debe en parte a la debilidad de la economía, pero, como explica el economista Casey Mulligan, el aumento de los cupones para alimentos también es debido a los cambios normativos realizados en años recientes, que han hecho que sea más fácil que la gente se inscriba en el programa.

El programa necesita importantes reformas, pues se mantiene prácticamente sin cambios desde que se institucionalizó allá por los años 70. Y se debería reformar bajo el principio de la autosuficiencia, ya que incluso en tiempos de bonanza económica los índices de empleo se mantienen bajos entre los beneficiarios de los cupones para alimentos físicamente aptos.

La sociedad debería proporcionar ayuda alimentaria a quienes la necesiten, pero dicha ayuda no debería ser nunca una simple limosna a cambio de nada. Esta ayuda se debería conceder siempre de modo que fomente el que los beneficiarios avancen hacia la autosuficiencia. Para lograr eso, se debería exigir a los gobiernos estatales que establezcan requisitos laborales para los beneficiarios de los cupones físicamente aptos, con el fin de que trabajen, se preparen para trabajar o al menos busquen empleo a cambio de recibir esa ayuda.

Una normativa antipobreza sensata se debería basar en información correcta. Y dicha normativa antipobreza debería fomentar la autosuficiencia de quienes sean físicamente aptos. Reformar la asistencia social bajo el principio de la autosuficiencia respeta la dignidad humana y fomenta la libertad frente a la dependencia del Estado.

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