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Cayetano González

Las dos almas del PP

¿Es normal que Rajoy, seguramente, se haya reunido más veces con Zapatero o con Felipe González que con Aznar?

El boicot deliberado que tanto Rajoy como todos sus ministros y la actual dirección del PP hicieron a Aznar con motivo de la presentación del libro que recoge la segunda parte de sus memorias fue, aparte de un gesto zafio y grosero hacia alguien al que muchos de los que tuvieron esa actitud le deben todo o casi todo en política, una grave equivocación, porque de esa manera se puso en evidencia la fractura en la relación personal y política entre el expresidente del Gobierno y la persona que él mismo designó para sucederle, y que después de perder dos elecciones con Zapatero consiguió llegar a La Moncloa. Una grave equivocación, digo, salvo que el principal responsable de la misma, es decir, Rajoy, quisiera escenificar esa ruptura con su mentor.

En su entrevista en Antena 3 el pasado mes de mayo, Aznar dio un dato que pasó inadvertido y que sin embargo era altamente significativo. Desveló que desde que Rajoy se instaló en La Moncloa, en diciembre de 2011, sólo había tenido una conversación larga con él, y había sido reciente. ¿No es chocante esa falta de comunicación entre el actual presidente del Gobierno y quien lo fuera durante ocho años, si se tiene en cuenta que son del mismo partido y que el primero nombró al segundo su sucesor y lo tuvo como ministro en sus Gobiernos? ¿Es normal que Rajoy, seguramente, se haya reunido más veces con Zapatero o con Felipe González que con Aznar? ¿Por qué alguien que se muestra siempre tan dispuesto a dialogar con Artur Mas, que lo único que quiere es romper con España, sin embargo es tan cicatero con el expresidente del Gobierno y presidente de Honor de su partido?

Los marianistas, para defender a su jefe de las críticas que en los últimos meses le ha hecho Aznar, suelen decir que las diferencias entre ambos son de forma, de maneras de ser, de expresarse, pero que en el fondo piensan lo mismo. La última aportación a esta curiosa teoría la ha hecho la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que ha dicho textualmente: "Aznar fue un gran presidente y creo que el mejor presidente de España y el que necesita hoy España es Mariano Rajoy, y así de claro se lo digo". Se podría añadir que lo que también está claro son dos cosas: que a Cospedal se le ha ido un poco la mano en la inclinación natural al peloteo al jefe que todo político lleva dentro, y que la actual número dos del PP, desde la famosa explicación de la "indemnización en diferido" a Bárcenas, no atraviesa por sus mejores momentos expositivos en las ruedas de prensa de los lunes en la calle Génova.

Lo cierto es que la fractura entre Aznar y Rajoy, entre Rajoy y Aznar, es un signo de las dos almas que en el momento actual conviven en el PP. Esas dos almas que tienen puntos de vista y discursos muy distintos sobre cómo hacer frente a cuestiones tan importantes como el desafío secesionista de Cataluña, la política antiterrorista que hay que llevar a cabo en un escenario en el que ETA no mata pero en el que está políticamente más fuerte que nunca o la necesidad de subir tanto y tantos impuestos para hacer frente a la crisis económica, incumpliendo de esa forma una de las promesas estrella del programa con el que el PP de Rajoy se presentó a las elecciones generales del 2011.

¿O es que acaso es lo mismo lo que dicen o hacen sobre estas cuestiones dirigentes, cargos públicos o destacados militantes del PP como Esperanza Aguirre, Ignacio González, Jaime Mayor Oreja, Alejo Vidal Quadras o Manuel Pizarro, amén del propio Aznar, por un lado, y, por el otro, Cristóbal Montoro, Soraya Sáenz de Santamaría, Jorge Fernández Díaz, Alicia Sánchez Camacho o Arancha Quiroga, amén del propio Rajoy? ¿Con quién conecta más la base electoral del PP? Todo el mundo sabe cuál es la respuesta a ambos interrogantes, incluido Pedro Arriola.

Es verdad que Aznar ha sido muy contundente en algunas de sus críticas a las políticas, o mejor dicho a la ausencia de ellas, de Rajoy. Pero la cuestión no es tanto el grado de dureza sino si tiene razón en las mismas. Mi opinión es que sí. Y añadiré una cosa más: Aznar es quien tiene más autoridad moral para denunciar ese desdibujamiento en la vigencia, defensa y aplicación de los valores que llevaron al PP a gobernar España entre 1996 y 2004, después de que fuera el propio Aznar el que a comienzos de los años noventa liderara la refundación del centroderecha en nuestro país.

Ante el argumento de que Aznar debería estar callado porque fue él quien eligió a Rajoy como sucesor, habría que decir que, transcurridos diez años desde aquella decisión, parece que es tiempo más que suficiente para evaluar el acierto de la misma y para que cada uno pueda tener su opinión al respecto, incluido quien la tomó. Y por supuesto también la señora De Cospedal.

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