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Cayetano González

El poder y las víctimas del terrorismo

Los tejemanejes que se traigan desde el poder con algunas asociaciones de víctimas del terrorismo tienen un muy corto recorrido.

En el proceso de negociación política con ETA que Zapatero llevó a cabo y que comenzó incluso antes de llegar a La Moncloa en el 2004, hubo un elemento que no había evaluado suficientemente y que por tanto no controló: la oposición de las víctimas del terrorismo y con ellas de muchísimos españoles a aquella negociación infame con la banda terrorista. Fue la famosa "rebelión cívica" que encabezó José Alcaraz desde la AVT, apoyada por escasos medios de comunicación y también por el PP, aunque, en este caso, con muy poco entusiasmo por parte de Rajoy, al que le enojaba profundamente que la AVT le hiciera la agenda de las manifestaciones.

Cuando el PP llegó de nuevo al poder, hace dos años, y con esa lección bien aprendida de la etapa de Zapatero, uno de sus objetivos inmediatos fue controlar en algunos casos y neutralizar en otros a las víctimas del terrorismo. Para ello, la primera decisión que adoptó fue descabalgar de la presidencia de la Fundación Víctimas del Terrorismo a Maite Pagazaurtundua y poner al frente de ella a María del Mar Blanco, en la seguridad de que esta última iba a ser más dócil, más manejable a los intereses del Ejecutivo y del partido en el poder, y en el que milita la propia interesada. Por cierto, que en este cambio tuvo mucho arte y parte el secretario general del PP vasco, y secretario nacional del Área de Justicia y de Libertades Públicas del PP, Iñaki Oyarzabal, lo cual ya es todo un síntoma.

La segunda maniobra del Gobierno y del PP fue orillar a todas las asociaciones de víctimas que se suponía podían ser críticas con la política antiterrorista que iba a seguir Rajoy. Para ello centraron todas sus atenciones en la AVT -que para entonces ya no estaba presidida por José Alcaraz sino por Ángeles Pedraza- con el argumento de que era la asociación mayoritaria. Ni para el ministro del Interior, ni para la directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo ni para las terminales mediáticas del Gobierno y del PP han existido en todo este tiempo otras asociaciones de víctimas que la AVT. Lo de "el que se mueve no sale en la foto" de Alfonso Guerra ha sido una broma al lado de lo que ha pasado con asociaciones de víctimas críticas con el Ejecutivo de Rajoy, como Voces contra el Terrorismo, que preside Alcaraz; Covite, que lidera Consuelo Ordóñez, por poner los tres casos más paradigmáticos, y Dignidad y Justicia, que dirige Daniel Portero.

Por todo ello, se entiende la reacción –mitad rabia, mitad prepotencia– que ha habido desde la actual dirección del PP a raíz de los abucheos recibidos por los tres vicesecretarios generales –Pons, Arenas y Floriano– y por el propio Oyarzábal en la concentración convocada por la AVT hace ocho días en la Plaza de Colón de Madrid. Reacción que, en vista de las declaraciones o comentarios que han seguido haciéndose desde entonces, pone de manifiesto que no han digerido bien lo que allí pasó. Por ejemplo, cuando Oyarzabal dice que "Miguel Ángel Blanco y Gregorio Ordóñez estarían hoy en este PP", aparte del mal gusto que supone apropiarse del pensamiento y la voluntad de los muertos, lo único que demuestra es el nerviosismo que les invade, a él y a sus compañeros de dirección del PP vasco, porque son conscientes de que caminan de forma irremisible hacia la práctica desaparición, electoral y socialmente hablando, de la vida política vasca.

La inmensa mayoría de los españoles tiene muy claro que el PSOE siempre ha sido partidario de los atajos para luchar contra ETA. Atajo fue el GAL y atajo fue el mal llamado "proceso de paz" de Zapatero, cuyas consecuencias más dramáticas están bien a las claras: legalización de todas las marcas de ETA, para que la banda pudiera volver a las instituciones, y suelta de presos tras el magnífico trabajo llevado a cabo por el jurista Luis López Guerra, que colocó Zapatero en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos para que este organismo derogara la Doctrina Parot.

Pero lo que esos mismos ciudadanos no esperaban, cuando muchos de ellos le dieron su voto hace dos años, es que el PP de Rajoy fuera a seguir esa hoja de ruta pactada por Zapatero con ETA. Y aunque los marianistas de carnet no quieran aceptarlo, hay evidencias más que sobradas para asegurar que esto ha sido y sigue siendo así. El secuestrador de Ortega Lara Josu Bolinaga fue puesto en libertad por este Gobierno y después de un año sigue en la calle; el Ejecutivo no mueve un dedo para ilegalizar a las diferentes marcas de ETA; se mantiene la denominada vía Nanclares puesta en marcha por Rubalcaba; no se recusó en su momento a López Guerra para intentar cambiar el sentido del voto en Estrasburgo y el PP vasco se ha dejado en manos de un grupo de inmaduros y mediocres dirigentes que se pasan el día inventándose supuestos enemigos internos para justificar su clamorosa incompetencia.

Todo eso lo saben, lo padecen y lo sufren las víctimas del terrorismo, que en otros momentos de nuestra historia reciente –los años de los Gobiernos de Aznar, fundamentalmente– comprobaron cómo había voluntad de acabar con ETA sin hacer ninguna concesión política a cambio y, sobre todo, sin ofender la Memoria, la Dignidad y la Justicia reclamadas por las propias víctimas. O cómo el PP vasco era entonces un referente moral y ético para el resto de España en la lucha por la libertad y la democracia en esa parte del territorio nacional. De ahí el enorme enfado y malestar manifestado en la Plaza de Colón, no tanto en el discurso de la presidenta de la AVT como en los reproches a algunos dirigentes del PP presentes, que no a todos, porque la gente sabe distinguir perfectamente. Cabe recordar que Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja, Ignacio González o incluso Ana Botella fueron aplaudidos tanto a su llegada como a su marcha. ¿Molestó esto en Génova? ¿Por qué en lugar de ser tan tiquismiquis no reflexionan sobre las razones de ese enfado y de esa distinción entre dirigentes?

Los tejemanejes que se traigan desde el poder con algunas asociaciones de víctimas del terrorismo tienen un muy corto recorrido, y sólo hablan mal de quienes los llevan a cabo, aunque tampoco salen indemnes quienes entran a ese juego dejándose utilizar. Algunas escenas de sofá de dirigentes institucionales con Mari Mar Blanco y Ángeles Pedraza de estos últimos días producen auténtica vergüenza. La fortaleza de las víctimas del terrorismo, de sus asociaciones, no está tanto en el apoyo que reciban del poder, que a la vista está será interesado y con el que hay que mantener distancia, como en el que pueda darles una ciudadanía que siempre ha querido y sabido estar junto a las víctimas del terrorismo. Algo que nadie debería olvidar.

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