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Zoé Valdés

Los idos en vicio

Lo que sucede desde hace más de medio siglo en Cuba ha comenzado a aburrir y a apestar desde hace rato.

El 14 de octubre se cumplió un aniversario de la muerte en circunstancias muy sospechosas de Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, en un hospital cubano. Laura ingresó aquejada de lo que parecía ser una gripe viral y una semana después salió cadáver. Ninguna investigación se ha llevado a cabo al respecto, nadie ha insistido en pedirla. En You Tube hay un video que prueba que los castristas intentaron asesinar a Laura Pollán en una ocasión anterior, cuando iba en un automóvil acompañada por unos extranjeros que la entrevistaban; o sea, el mismo modus operandi que usaron con Oswaldo Payá y Harold Cepero. Con Laura fracasaron en aquella oportunidad, no así con los segundos, como ya sabemos.

Este 14 de octubre, Berta Soler, la actual líder de las Damas de Blanco, quien tomó el relevo tras la muerte de Pollán, organizó un homenaje en su honor en la antigua sede donde estas mujeres se reunían, en la vivienda de la fallecida. La represión no se hizo esperar de parte de las Brigadas de Respuesta Rápida castristas, y tras la represión aparecieron luego las denuncias a través de Twitter y de Facebook. Nada original ha pasado después.

Lo que sucede desde hace más de medio siglo en Cuba ha comenzado a aburrir y a apestar desde hace rato. El mundo no hace caso de lo que acontece a los disidentes y opositores, pero éstos tampoco varían las estrategias de enfrentamiento, los represores por su parte no han variado considerablemente, aunque ahora se asesina bajo nuevas mascaradas: envenenamiento, accidentes de tráfico, etc; y los twitteros y blogueros denuncian como para justificar el costo del móvil que les paga el exilio. Las voces más relevantes de la oposición, digo, las de mayor relevancia para un tipo de prensa internacional, están más ocupadas en premiarse entre ellos, en cobrar premios, en viajar por el mundo (ni siquiera por el interior del país, qué horror), en convertirse en empresarios a nivel planetario, que en denunciar en las tribunas mundiales los crímenes de la tiranía. Denunciar de otra manera, con nuevas habilidades, para al menos romper la inercia, el agotamiento, la bobería que los embarga como en una especie de quimera contestataria.

Claro está, Laura Pollán ya no pertenece a este mundo, como tantos otros, y qué importa si la represión continúa contra un puñado, mientras otro puñadito se la pasa bomba, viviendo la dulce vida del raulismo light bajo las prebendas de los cambios fraude. Y es que como dijo Máximo Gómez: "El cubano o no llega o se pasa". Y cuando se pasa, pues lo hace en vicio. "Irse en vicio" quiere decir crecer, hacia arriba, como no podría ser de otra manera; la frase forma parte del argot de las abuelas, las verdaderas salvadoras de lo que queda de isla, al menos de sus tradiciones, incluido el habla, la conversación, y la tradición oral, aunque para entender a las nuevas generaciones hay que buscarse traductor y no precisamente del sánscrito ni del arameo, sino de un idioma desconocido, el lenguaje impuesto por las dictaduras.

El puñadito de respondones autorizados para dar una imagen de que el castrismo perdona a la disidencia y -¡miren, oh, cuánta generosidad!- hasta le permite viajar, recoger premios, devenir empresarios, ha fingido que se apartaron del redil, para volver a él, esta vez con el látigo en la mano, con la varilla que azota, con la lengua afilada y las uñas destilando el peor de los venenos: el de la desidia. De amos y capataces del resto. Allá los que se quedan y soportan los palos y las vejaciones, allá las mujeres cuyas vidas ponen en peligro día a día; allá ellas porque de verdad, no vale la pena. El puñadito sigue creciendo en vicio, idos en vicio y corruptela, tan hijos y herederos del castrismo como el que más. Eso sí, recuerden que las malas raíces crecen también hacia abajo, y arrancarlas no será nada fácil, probablemente a estas alturas ya sea imposible.

Yo recomendaría a las Damas de Blanco que cambien la estrategia, pero creo que es como la tercera o cuarta vez que se lo aconsejo. Igual no me han leído. Total, ¿quién soy yo para meterme?

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