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Amando de Miguel

Ironías de la vida

La ironía es algo tan valioso que tendría que servir para desgravar fiscalmente

La ironía es el juego de transmitir lo contrario de lo que se dice con intención de sorprender, provocar la sonrisa o el contento. Es algo tan valioso que tendría que servir para desgravar fiscalmente, pero no hay que por qué seguir dando ideas al ministro Montoro.

José Luis García Valdecantos propone una sorprendente medida: reimplantar la censura previa en España. De esa forma quizá se fomentara el surgimiento de una nueva pléyade de escritores, como ocurrió durante la censura de los tiempos de Franco. Cita algunos nombres egregios: Torrente, Cela, Delibes, Aldecoa, Buero, etc. Me incluye, por cortesía, al final como último supérstite de esa serie. Agradezco la gentileza. Pero siento replicarle que durante la democracia he padecido tanto la censura como en la etapa del último franquismo. Solo que ahora no recibe ese nombre de censura. Alguna vez, si tengo tiempo, escribiré la pequeña historia de mis censuras en la época democrática con nombres y apellidos.

Don José Luis comenta que existe un glorioso precedente del PISS de San Sebastián. En Collado-Villalba se presentó a las elecciones el PIS (Partido Irreverente Surrealista). Concluye: "Incomprensiblemente solo obtuvo 651 votos, el quinto partido más votado en el municipio". Entre otras propuestas estaba la de "serendipiar la sociedad por partes iguales". Hombre, es algo que se puede discutir.

Lo del Ayuntamiento de Mijas parece un cuento, pero ha sido realidad. Izquierda Unida propuso cambiar el rótulo de una calle, Avenida del Descubrimiento, por el de la Avenida de Roma o algo así, pues hay en los aledaños unas ruinas romanas. La razón aducida fue que el Descubrimiento de América supuso la explotación de sus riquezas naturales, el sometimiento de los indígenas, en definitiva, imperialismo. Por lo visto, la llegada de los romanos a Hispania fue una acción solidaria. Mi conclusión es que el analfabetismo ha llegado a los consistorios municipales.

Gerardo García me remite una historia muy expresiva para explicar eso del conflicto generacional. Es la conversación entre un pensionista y un joven estudiante. El joven trata de demostrarle que es imposible que los viejos logren comprender a las nuevas generaciones. Razona así: "Ustedes crecieron en un mundo muy diferente al nuestro, casi primitivo. En cambio, los jóvenes de hoy hemos crecido con televisión, internet, teléfonos móviles, aviones jet, viajes al espacio, sondas espaciales, submarinos nucleares, ordenadores, coches eléctricos y cosas de ese estilo". Después de un breve silencio, el viejo responde: "Tienes razón, hijo mío. Nosotros no tuvimos esas cosas que dices cuando éramos jóvenes; por eso las inventamos".

Ahora me voy a poner serio. Aquí suelo recoger con humildad las críticas y reproches que me suelen hacer los libertarios respecto a mis opiniones o mi forma de escribir el castellano. Con todo eso aprendo yo y supongo que también los libertarios logofílicos (= aficionados a las palabras). Lo que me encocora es que me tachen de ignorante, incompetente o de otras descalificaciones de ese estilo, simplemente porque desconozco muchos asuntos de la especialidad del crítico. La mía es tan limitada y de andar por casa que no puedo pretender ser un set-ciències (= sabelotodo), que dicen los catalanes. Si algunas veces hago incursiones a la física, la economía o la fisiognómica -pongo por caso- es a título analógico, para hacer más ameno el texto. Los términos y conceptos de esas disciplinas no tienen por qué ser los únicos sentidos útiles. Esta seccioncilla no pretende ser una suerte de tratado académico de sociología ni de nada. La lengua es patrimonio de todos. Defenderé siempre la libertad, aunque solo nos haya de quedar la digital.

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