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Pablo Molina

El pacto de la Bernarda

La traición del PSC a sus votantes encuentra difícil parangón en cualquier democracia medianamente formada.

El asunto del independentismo en Cataluña ha adquirido unas dimensiones que no se corresponden con su entidad real. Es lo que tiene tomarse en serio los delirios nacionalistas, como si fueran una cuestión de Estado a cuya resolución habría que supeditar el funcionamiento normal de las instituciones y la aplicación del ordenamiento jurídico. Pero como la clase política en su conjunto está encelada en el llamado debate soberanista y se ha tomado en serio el farol clamoroso de la independencia, ahora nos va a brindar un episodio grotesco de pactos y acuerdos, en el que el PP parece dispuesto a llevar la voz cantante. Todo para vulnerar la Constitución en alegre camaradería en lugar de hacerla cumplir a rajatabla, primera obligación del gobierno de España. Su estricta observancia habría cortado de raíz todo el follón montado por Mas, el presidente regional más mediocre de toda la historia del Estado Autonómico.

Salvo Ciudadanos, única formación con representación en el parlamento regional catalán que defiende la igualdad de todos los españoles, el resto de partidos oscila entre la ruptura abierta del orden constitucional o su transgresión vergonzante a través de acuerdos bilaterales para socavar aún más los principios de unidad y solidaridad fijados en la Carta Magna.

Mención aparte merece el PSC, supuesta filial del socialismo patrio, cuya traición a los votantes encuentra difícil parangón en cualquier democracia medianamente formada. Por otra parte lo más normal cuando la matriz sigue pregonando las bondades del Estado federal para remediar los males independentistas, con la única condición de que sea "asimétrico", aspecto éste que se cuidan mucho de no mencionar de manera expresa, aunque por los argumentos con que tratan de justificar este imposible metafísico resulta evidente que es la clave de bóveda de su programa para acabar con el problema de Cataluña.

Empeñado en eludir sus responsabilidades de gobierno y ajeno a razonamientos tan elementales, el Partido Popular se confiesa dispuesto a buscar un pacto con el PSOE, el PSC y la Unión Democrática de José Antonio Durán y Lérida, que ya es tener humor. Lo peor de todo es que, bajo el liderazgo de Alicia Sánchez Camacho, en el improbable caso de alcanzarse ni siquiera parecería un acuerdo contranatura.

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