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EDITORIAL

Pacto sí, bromas no

O se está con los que quieren destruir España o con los que quieren defenderla, lo demás son bromas… y la situación no está para hacerlas ni para soportarlas.

El PP ha dado este lunes su respuesta a la propuesta que lanzaba el domingo Albert Rivera de crear una especie de frente que agrupe a todos los partidos contrarios a la secesión de Cataluña.

La propuesta del de Ciutadans es interesante y cabría decir que necesaria: sólo una unión seria y sincera de PP, PSOE y partidos minoritarios pero de gran vitalidad política como UPyD o la formación liderada por el propio Rivera tendría alguna posibilidad de frenar una marea nacionalista que, alimentada desde la Generalidad y sus medios subvencionados, no se está encontrando enfrente ninguna barrera digna de tal nombre.

La respuesta popular, anunciada por la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal, ha sido en cambio más que decepcionante: decir sí a un pacto contra el separatismo y pretender que en el mismo se integre la Uniò de Duran i Lleida sólo puede ser tomado como una broma. De mal gusto.

El PP transmite con esta charlotada política varios mensajes, a cuál más preocupante. El primero, que es incapaz de tener una visión política que vaya más allá de un patético cortoplacismo electoralista: difícil es no percibir en los populares mayor preocupación por las espléndidas perspectivas electorales de Rivera, según algunas encuestas ya por encima de PP y PSC, que por el gravísimo reto separatista al que se enfrenta España, y que el Gobierno y el partido que lo apoya parecen empeñados en minimizar.

El segundo, que los populares siguen sin ser capaces de desprenderse de una absurda fascinación por Duran, un político al que no se le conoce una iniciativa a favor de la unidad de España o la Constitución, pero que ha seducido a los dirigentes del PP hasta convencerlos de que es algo así como un imprescindible baluarte de la patria.

Y el tercero, muy relacionado con el anterior, que los populares siguen presos de esa retórica que divide a los nacionalistas en buenos y malos, y que cree posible usar a los primeros como ariete contra los segundos. Un ensoñación que lleva casi cuatro décadas encandilando a los diferentes Gobiernos de España con el desastroso resultado, en todos los sentidos, que actualmente podemos contemplar.

El PP debe tener claro que, por mucho que desde algunos medios intenten convencerla de lo contrario, buena parte de la opinión pública no podrá creer en la sinceridad de un Gobierno que negocia en secreto con Artur Mas y en público con Albert Rivera. Y le hará pagar cara esa impostura.

O se está con los que quieren destruir España o con los que quieren defenderla, lo demás son bromas… y la situación no está para hacerlas ni para soportarlas.

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