Mas, siempre más
Me parece un error la tolerancia en el control del déficit, porque nunca será suficiente.
Las tolerancias, las claudicaciones, la sumisión a intereses poco confesables, cuando se producen en el ámbito político se encubren bajo términos deliberadamente confusos que, pronto o tarde, para desgracia de sus protagonistas, acaban conociéndose y, con el conocimiento, generando el desprestigio político y, sobre todo, personal de quien los arguye.
En estos momentos tengo en mente expresiones como déficit a la carta, asimétrico o diferenciado, prórroga de las exigencias o requisitos, y hasta se habla de petición de dinero, asombrosamente, para reducir el déficit –suponemos que quiere decir petición de crédito, porque el dinero sólo se puede pedir como donación o subvención, o como crédito–. Todos, menos unos pocos, por lo visto, tenemos claro que déficit es la magnitud en la que se incurre, en cualquier ejercicio económico, cuando los gastos realizados (si es liquidación) o presupuestados (cuando son previos a la ejecución) son superiores a los ingresos en el propio ejercicio.
Pedir dinero, o pedir crédito al Estado, como planea Cataluña, nunca reducirá el déficit, dado que su aspiración no puede ir más allá que la de ser un instrumento de financiación del déficit, pero nunca de reducción del mismo. El discurso sólo puede pretender la confusión que se ha instalado en sustitución de la verdad. Ésta, por lo visto, no es políticamente correcta. Pedir dinero, a no ser que lo sea como limosna, lo que jurídicamente conformaría una donación, necesariamente lo será como crédito, o lo que es lo mismo, será un endeudamiento contraído para financiar el déficit, como siempre.
De todos modos, estamos ante el lenguaje moderno al uso, consistente en que los términos usados no significan lo que puede suponerse, pretendiéndose con su uso la desorientación de lectores e interesados. Lo cierto es que al señor Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña, no le basta con la autorización de un déficit más elevado que el objetivo del déficit autonómico (1,58% de su PIB, frente al 1,3 general), sino que reclama acercarse al 2%, porque Cataluña es diferente. Estoy convencido de que si se le autorizase lo reclamado seguiría reclamando más y más, porque el señor Mas es siempre Más.
La ingenuidad de pensar que quien no tiene que enfrentarse a la enojosa y antipática situación de reclamar impuestos a los contribuyentes para financiar el gasto público reducirá voluntariamente el gasto para reducir, con ello, el déficit de su autonomía es inadmisible en un político que debe administrar los recursos públicos con eficiencia y equidad, esta última exigencia cuando haya que corregir la igualdad por causas bien justificadas.
Mientras el Sr. Mas no tenga que asumir la función de imposición y de recaudación, no podemos esperar que reduzca el gasto. Me parece un error la tolerancia en el control del déficit, porque nunca será suficiente. Despacharse con que ya ha llegado al hueso sólo tiene una respuesta: eliminar también el hueso.
¡Hace falta estar sordo para mantener la calma ante tales pronunciamientos!
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