Aquí yace la onusiana responsabilidad de proteger
Se puede ser Henry Kissinger o se puede ser George W. Bush, pero no puede quedarse uno a medio camino. Obama, empero, lo pretende.
El Pentágono ha proporcionado al Congreso su lista de opciones para la guerra siria. Tras el lenguaje administrativo está el vacío: lo que podría hacerse es demasiado caro y peligroso para planearse.
Esto, sin embargo, contrasta con el idealismo transmitido por Obama en su archifamoso discurso al mundo árabe de El Cairo en 2009 en el que pedía al Islam que no le confundiera con George Bush y le instaba a un nuevo inicio de relaciones, y con sus propios nombramientos. Así, no solo es Chuck Hagel un republicano más progresista que los demócratas el que dirige el Pentágono, sino que el proceso de confirmación del Senado debe dar su visto bueno a Samantha Power, candidata para embajadora ante la ONU y ardiente defensora de las intervenciones humanitarias y de la cursimente denominada R2P o "responsabilidad de proteger".
Esta dice que si un régimen vulnera gravemente derechos fundamentales desprotegiendo a su propia población del genocidio, la limpieza étnica o los crímenes de guerra, la comunidad internacional está moralmente obligada a proteger a los civiles en riesgo una vez que las medidas pacíficas han fracasado. Tal doctrina tiene un muy dudoso rango jurídico, si es que tiene alguno, pero relevancia política por acordarse en una cumbre de 2005 de líderes mundiales y ser aprobada por la Asamblea General en 2009.
No hay realmente término medio entre el "realismo" (basado en hechos tangibles de geoestrategia en que lo mejor siempre es enemigo de lo bueno) y el "idealismo" que admite la perturbación de los objetivos estratégicos a corto plazo a cambio de una arriesgada mejoría a largo plazo pero incluyendo una motivación moral. Se puede ser Henry Kissinger o se puede ser George W. Bush –o si la comparación que en realidad es la más perfecta, molesta, Woodrow Wilson– pero no puede quedarse uno a medio camino. Obama, empero, lo pretende.
Así, Egipto ya no le respeta y sigue adelante asumiendo la naturaleza del personaje, el liderazgo desde atrás equivalente a no hacer nada. Libia va algo mejor camino gracias al apoyo occidental. Túnez, aunque irrelevante, es hoy islamista. Siria, con sus 100.000 víctimas y sus decenas de miles de refugiados es un drama atroz, que, con su concentración de combatientes suníes (Al Nusra=AlQaeda) y chiíes (Hezbolá, aliada a Asad y a Irán) es a la vez una guerra civil, una guerra entre las facciones del Islam, y una guerra mundial por intermediarios que lleva un tiempo desarrollándose con a un lado el Islam radical y los regímenes tiránicos, y al otro, el mundo civilizado. Tanto Irak como Afganistán son los ejemplos recientes.
La responsabilidad de proteger era acaso sólo un pío deseo, de ahí su fracaso, pero alguien debería aclarar que los intereses occidentales bien entendidos incluyen la expansión de un modo de organización política fundado en la libertad y la búsqueda personal, no comunitaria, de la felicidad. Este olvido de Obama es la razón fundamental del desastre que incubamos.
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