La fuerza de los símbolos
El lenguaje también se articula con gestos, posiciones del cuerpo y una amplia utilización de objetos simbólicos.
El lenguaje, sin más, afecta a las palabras y otros signos escritos, pero también se articula con gestos, posiciones del cuerpo y una amplia utilización de objetos simbólicos. Obsérvese, por ejemplo, cómo la bandera española suele ondear casi siempre junto a otras banderas, singularmente las regionales o la de la Unión Europea. Por cierto, esas otras enseñas no suelen incluir la de las Naciones Unidas.
Hay símbolos domésticos, nada solemnes. Es el caso de las personas de izquierdas, varones ellos, que gustan de ir descorbatados o con camisas negras. De llevar corbata, suele ser más clara que la camisa. Esa indumentaria suele ser típica también de los intelectuales y no digamos de los artistas y cineastas. Hay lugar para variaciones individuales. Pongo el caso de la vicepresidenta del Gobierno, enemiga de los escotes generosos que tanto distinguen a las diputadas de izquierdas.
Un símbolo perdurable sobre la piel es el tatuaje. Personalmente me resulta repelente, pero los tatuados exhiben con orgullo los inimaginativos dibujos sobre la piel. Quizá respondan a una necesidad de identificación.
El equivalente de los tatuajes sobre las paredes y vallas son los grafitis o grafitos (como antes se decía). Tradicionalmente se asociaban con la cultura carcelaria, pero ahora parece que tienen pretensiones artísticas. En Alemania he visto que se respetan los grafitos con algún interés estético o innovador, pero en España el estilo que predomina es adocenado, entre pueril y locoide. Calculo que con el trabajo y los materiales que se acumulan en los grafitos españoles se podían haber adecentado muchos pueblos y ciudades.
Javier Vicuña dice que le gusta lo de "la roja" para denominar la selección española de fútbol, al igual que la italiana es "la azurra" (= azul). Pero entiendo que en Italia lo rojo y lo azul no se identifican como símbolos políticos, al menos no con tanta fuerza como en España.
Roberto Tojo me envía una curiosa colección de fotos en las que se percibe la similitud entre algunas construcciones, estatuas y dibujos de distintas culturas. Son de épocas muy distintas y pertenecen a varios continentes. Don Roberto sostiene que esa semejanza indica el origen común de la civilización humana. No lo creo. Cada cultura tiene un origen y una evolución peculiares. Si se da esa confluencia de elementos simbólicos es porque se trabaja con elementos muy limitados. Por ejemplo, nada más lógico que levantar pirámides o colocarse algo sobre la cabeza como símbolo de poder. Pero el arco románico o el gótico no se han dado en otras culturas, ni siquiera en la Grecia clásica. Unamuno decía que en Europa todos los trajes y bailes típicos se parecen, cuando pretenden ser distintivos, peculiares. Algo de eso pasa con los símbolos. El triángulo, el círculo o la cruz aparecen en muchos ritos y culturas. La razón es que se trata de formas elementales. Hay muchas banderas que se parecen, pues la combinación de colores llamativos (fundamentalmente los tres básicos) es muy limitada. La combinación de rojo y amarillo es la que mejor se distingue en el mar.
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