Colabora
Amando de Miguel

El final del dinero

El dinero empieza a ser más un apunte contable que un objeto de intercambio. Tanto es así que el cheque o talón se utiliza cada vez menos.

El dinero no es más que una forma de lenguaje, de comunicación, de intercambio. Con el pago de una cantidad convenida de dinero se da por concluida una operación comercial, y todos contentos. Algo así ocurre cuando pronunciamos una frase que da sentido a una conversación, un intercambio de ideas.

El dinero es, por definición lo escaso. En su día, para los campesinos romanos, fue el ganado (= pecus). Todavía nos referimos al carácter "pecuniario" (= monetario) de una relación. En seguida se vio lo incómodo de traer y llevar las vacas o las ovejas como símbolos de las transacciones comerciales. Lo más general ha sido el trasiego de objetos más cómodos: conchas, piezas de metal. El oro o la plata han aventajado a todos los demás objetos monetarios. Son metales escasos, maleables y duraderos.

El progreso siguió con el papel-moneda, los billetes de banco. Durante siglos funcionaron como una especie de pagarés. Todavía se puede recordar lo de "el Banco de España pagará al portador...". Los billetes actuales no prometen nada, no pretenden ser un recibo del oro que hay en el Banco de España.

La función bancaria es esencial para la general productividad en que consiste el desarrollo económico. El banco toma dinero de unos y se lo presta a otros con el fin de que esté siempre en las manos más productivas. Esa función es tan esencial al mundo actual que el dinero empieza a ser más un apunte contable que un objeto de intercambio. Tanto es así que el cheque o talón se utiliza cada vez menos. En su lugar está la tarjeta de crédito. El cambio no es inocente. En el talón el responsable de tener fondos es el que lo firma. En la tarjeta de plástico el responsable es la empresa que la emite y, naturalmente, cobra por ese servicio. No solo desaparece el cheque sino que se nos ponen crecientes trabas para que utilicemos los billetes de curso legal. El pretexto es que así se controla la corrupción o el blanqueo del dinero ilícito. Paparruchas.

El último descubrimiento para evitar el tráfico del dinero real es la transferencia. Aporto mi experiencia. Hace años, cuando daba una conferencia, el organizador me abonaba el estipendio en metálico (se dice así, aunque eran billetes de papel). Luego se pasó a dar un cheque, que en la práctica era casi como dinero contante y sonante. Ahora la nueva práctica es "una firmita y le haremos una transferencia", se entiende, a la cuenta bancaria de uno. Resulta impensable no tener cuenta bancaria. El truco es manifiesto. El cheque se podía transformar en dinero casi instantáneamente, pero la transferencia suele ser una promesa sine die. De ese modo el que compra el servicio correspondiente se convierte en moroso legal. En realidad el dinero como tal se ha evaporado. Quien viene obligado a hacer una transferencia se convierte en un banco emisor. Seguramente es una buena institución para fomentar el desarrollo económico, pero es una lata para los pobres "transferidos".

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario