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Eduardo Goligorsky

La tercera Cataluña

El pasado sofoca el raciocinio de los insurgentes secesionistas.

La magnitud de la grieta que están abriendo en la sociedad catalana el Gobierno de la Generalitat y la minoría activa y organizada que lo secunda alcanza dimensiones tan alarmantes y tan peligrosas para el futuro de esta misma sociedad que parece llegada la hora de que intervenga, con una apelación perentoria a la cordura, la tercera Cataluña, la que no está enrolada en ninguno de los dos bandos, y que equivale a esa tercera España que, para desgracia de todos, no pudo detener la escalada suicida de la guerra incivil ni sus consecuencias ruinosas. Si hubo una tercera España encarnada en Salvador de Madariaga y Julián Besteiro, Manuel Chaves Nogales y Clara Campoamor, José Ortega y Gasset y Dionisio Ridruejo, bien puede haber una tercera Cataluña que intente silenciar, con mejor suerte que sus precursores del 36, el discurso del odio, cuyo volumen aumenta a medida que se acercan fechas asociadas a fratricidios remotos.

Un libelo obsceno

Porque del discurso del odio se trata. El título del simposio que ha organizado el Centro de Historia Contemporánea de Cataluña, que depende del Departamento de Presidencia de la Generalitat, lo dice todo: "España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014)". La iniciativa, que historiadores de probada objetividad académica consideran despojada de rigor científico, trae reminiscencias de Los protocolos de los sabios de Sión, aquel libelo obsceno que la policía zarista fraguó para soliviantar a las masas y desencadenar pogromos: más tarde alimentó la maquinaria de propaganda nazi y hoy lo difunden los yihadistas. El hecho de que quien inaugure el simposio sea un empedernido adoctrinador comunista también es sintomático: mientras los auténticos idealistas renegaron de la ideología que dejó un saldo de cien millones de muertos, los resentidos incurables optaron por perseverar en el discurso del odio en distintos frentes. Por ejemplo, el filósofo Roger Garaudy eligió el negacionismo y el fundamentalismo islámico. Aquí y ahora, el profesor Josep Fontana abraza el nacionalismo identitario.

Tampoco es la primera vez que el agitprop monta un tinglado de tergiversación sectaria a costa del contribuyente. El historiador –este sí, en serio– Josep M. Fradera denunció en su libro La pàtria dels catalans. Història, política, cultura (La Magrana, 2009):

Actualmente se habla mucho de "memoria histórica". En el gobierno Maragall se encomendó su promoción a un negociado específico (¡si Kafka lo hubiera visto!) en el marco de la flamante Consejería de Relaciones Institucionales. El negociado en cuestión fue poblado inmediatamente por un conglomerado de profesionales especializados en la materia, con una homogeneidad casi a la búlgara, con la misión específica de promover una reivindicación sistemática de un pasado escogido selectivamente. Y de proyectarlo, como es obvio, hacia el presente.

La Sindicatura de Cuentas de Cataluña remitió un informe a la Fiscalía tras observar indicios de irregularidades con responsabilidad penal cometidas en la gestión de ese negociado dotado de "homogeneidad casi a la búlgara".

El simposio del odio contra España –¿qué otro sentimiento podría inspirar el país al que desde el comienzo las ponencias acusan de "expoliar", "humillar", “falsificar” y otras tropelías– también se caracteriza por una “homogeneidad casi a la búlgara”. Jaume Sobrequés, director del Centro de Historia Contemporánea que organiza el guirigay, informó a la prensa (El País, 7/6):

Está previsto que asistan un centenar largo de historiadores. Todos son catalanes o valencianos: "Los catalanes son los que han estudiado con más rigor estos temas. Y los que hemos invitado son los mejores. (…) Es de un españolismo recalcitrante que se descalifique a los ponentes".

Homogeneidad a la búlgara, sin el "casi". Sería ilustrativo asistir a un debate sobre el contenido de La cultura del catalanisme (Empúries, 1995), del catalán Joan-Lluís Marfany, con su inventario de los componentes racistas, xenófobos, esotéricos y elitistas que inflaman el argumentario de los nacionalistas catalanes desde finales del siglo XIX. Ingredientes estos que continúan nutriendo el proyecto secesionista.

Cerrazón maniqueísta

El pasado sofoca el raciocinio de los insurgentes secesionistas. Su cerrazón maniqueísta les impide reconciliarse con las contradicciones inherentes a la realidad histórica, que se manifiesta en fenómenos como:

– Las depredaciones de Roger de Flor y sus almogávares, que figuran, ambos, en el callejero de Barcelona.

– Lo que un editorial de La Vanguardia (5/7) definió como la "repoblación" de Valencia y Baleares por "las huestes catalano-aragonesas de Jaume I" (también presente en el callejero barcelonés), sin explicar qué suerte corrió la población anterior.

– La verdad sobre la guerra dinástica y fratricida entre catalanes austracistas y catalanes borbónicos, con unos y otros sitiando Barcelona alternadamente, en tanto que Cervera se convertía en una ciudad traidora para los primeros y universitaria para los segundos.

– La fuga del héroe Rafael Casanova y su reaparición más tarde en Sant Boi, donde ejercía tranquilamente su profesión de abogado.

La prosperidad que benefició a Cataluña y sus habitantes después de 1714, gracias a la apertura del comercio con América y a la promulgación de leyes proteccionistas.

– Las guerras fratricidas que padeció Cataluña durante la guerra incivil, entre facciones de catalanes anarquistas, estalinistas y trotskistas.

– El protagonismo de catalanes ilustres como Fabián Estapé y Joan Sardà, a las órdenes del también catalán Laureano López Rodó, en la elaboración del Plan de Estabilización del régimen de Franco. Por fin sin fratricidio.

Esperpento desbaratado

Francesc de Carreras desbarata el esperpento embaucador (LV, 5/6):

En el programa se dice textualmente: "El objetivo es analizar con criterios históricos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días, las consecuencias que ha tenido para el país la acción política, casi siempre de carácter represivo, del Estado español en relación con Catalunya (…) los diversos ponentes analizarán las condiciones de opresión nacional que ha padecido el pueblo catalán a lo largo de estos siglos, las cuales no han impedido el pleno desarrollo político, social, cultural y económico".

Este último inciso es muy curioso porque delata una contradicción de fondo: ¿cómo es posible que un pueblo tan oprimido, perseguido y expoliado se convirtiera en uno de los más ricos, cultos y socialmente avanzados de España a fines del mismo siglo XVIII y así haya continuado hasta hoy?

La llave de la caja

Francesc de Carreras tiene más razón que un santo. Recordemos que en los años 1970 Barcelona se convirtió en un faro del pensamiento progresista y de la ilustración cosmopolita, cuya luz se proyectaba hacia el resto de España y hacia América Latina, y que ello se lo debió a una desprejuiciada pléyade de editores, escritores y periodistas. En esa época, La Vanguardia, leída en toda España, era el buque insignia de la Cataluña liberal. Ahora produce nostalgia, pena y vergüenza ver esa nave desarbolada y subordinada a la ideología retrógrada y aldeana de quienes tienen la llave de la caja, radicales que sólo aportan papelones a la marca Barcelona y la marca Cataluña.

La tercera Cataluña tiene autoridad para poner en su sitio las quimeras disgregadoras y para recuperar los valores de solidaridad que cohesionaron y enriquecieron, moral y materialmente, a la sociedad catalana. Inspiran confianza la sensatez y el aplomo de la comunidad productiva, y también la racionalidad con que algunos formadores de opinión veteranos desenmascaran a los obsesos improductivos. Se desahoga Lluís Foix, evidentemente harto de que nos tomen el pelo (LV, 4/7):

Producen cierta perplejidad las comparecencias del martes del conseller Francesc Homs al hablarnos cada semana de lo mismo, del derecho a decidir, de una carta, de la fragmentada sociedad civil y del concierto por la independencia en el Camp Nou del sábado pasado. Este hombre parece que sólo lee la sección política de algunos diarios y no se da cuenta de cómo y cuánto nos afecta lo que ocurre en el ancho mundo. Ninguna ley ni decisiones de calado social o político. (…) Se celebran cumbres de toda clase, se preparan los fastos del 2014, se anuncia un Onze de Setembre con nuevas simbologías, pero no tenemos presupuesto para este año. (…) El president Mas va a lo suyo y entiende que el derecho a decidir pasa por encima de todo lo demás. Lo que no sé es si la mayoría de los catalanes piensan lo mismo. Las urnas lo dirán.

La tercera Cataluña todavía puede inclinar la balanza del lado de la racionalidad. Pero debe darse prisa porque quienes idealizan los fratricidios de antaño no dan tregua. Para civilizarlos, habría que hacerles memorizar el texto de una placa colocada en la Plaza de las Tres Culturas de la ciudad de México:

El 13 de agosto de 1521, heroicamente defendido por Cuauhtémoc, cayó Tlatelolco en poder de Hernán Cortés. No fue triunfo ni derrota, fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy.

Aviso para historiadores y políticos endogámicos: México mestizo, Cataluña también.

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