Beiras o el espectáculo de la decadencia
Hasta al payaso le pasa factura el tiempo. Y el espectáculo que ahora da Beiras sólo es el triste espectáculo de una persona que ha perdido el control.
Un hombre de 77 años se acercó al presidente de la Xunta en una sesión de control parlamentario, le golpeó el pupitre y farfulló unas palabras que pretendían ser gritos. No era un espontáneo. Era el espontáneo habitual, así que de espontáneo nada. Ése es uno de los problemas de Beiras. Cuánto se imita a sí mismo. Como los cómicos a los que ya no visitan las musas, que no consiguen, los pobres, inventar nuevos chistes, y repiten los viejos chascarrillos suplicando un aplauso del público. ¡A ver si esta noche hay suerte! Si lo hace por ganarse el pan, yo lo aplaudo por compasión. Pero no es el caso. Es un espectáculo lastimoso, el espectáculo de la decadencia. Ese intento de reverdecer la marchita gloria y aplacar una vanidad hambrienta.
El tirón de Beiras entre el público nacionalista y ese nuevo público grillista, ávido de circo, pende del hilo fabulado de su historial de escenas. Del potencial que se le supone para hacerlas. En la campaña electoral, cuando volvió al ruedo político al frente de una marca rival del que había sido su partido, el BNG, le recibieron en un mitin recordando su zapatazo. Varios cientos de personas con un zapato en la mano revivieron aquel breve episodio en el parlamento gallego ¡diecinueve años antes! Fue el cuarto de hora de fama de Beiras y fue también, qué le vamos a hacer, una imitación. El inventor de la escena, Nikita Krushev, que la estrenó en una Asamblea de la ONU en 1960, aparte del zapato, tenía misiles. Beiras sólo tenía el zapato.
Hay, en esta época, una mayor demanda de histriones en el mercado político. El tipo que pierde los estribos, el que procura un momento televisivo en los platós de las tertulias, está muy requerido también en la política. Perder los estribos, dejarse llevar por la cólera, no respetar las normas, el vaffanculo de Pepito Grillo, todo eso tiene adeptos. Frente a la complejidad de la política y la economía, frente a los gestores serios y con sangre fría, les gustan el grito primigenio y el estallido de indignación. Pena que no sea posible hacer un aparte donde estuvieran gobernados por sus ídolos, los payasos coléricos.
Pero hasta al payaso, ay, le pasa factura el tiempo. Y el espectáculo que ahora da Beiras sólo es el triste espectáculo de una persona que ha perdido el control. Habrá que recitarle aquellos versos de Gil de Biedma:
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y tu desenfado resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora/ sonrisa de muchacho soñoliento
–seguro de gustar– es un resto penoso,
un intento patético.
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