La yenka iraní
Como no se consigue nada de Irán, se le pide cada vez menos y se le hacen concesiones por cualquier mínimo gesto.
La pasada semana tuvieron lugar las enésimas conversaciones entre Irán y las potencias occidentales en Almaty (Kazajistán). La enésima ronda de negociaciones y la enésima representación teatral de la que sale claramente reforzado el régimen de Teherán. El programa nuclear iraní se está convirtiendo en el baile de la yenka, que se prolonga ya durante más de diez años y en el que no se aprecia atisbo alguno de solución en el corto plazo.
Resulta difícil entender que en una mesa de negociación donde están sentados los Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania e Irán sean precisamente estos últimos los que parecen manejar las conversaciones a su antojo, marcando los tiempos y controlando la evolución de los acontecimientos de forma bochornosa para los analistas occidentales.
Si bien las sanciones establecidas por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, junto a las sanciones unilaterales por parte de los Estados Unidos o la Unión Europea, están dando resultados en la desestabilización de la economía persa, no han conseguido retrasar ni un ápice la evolución del programa nuclear iraní. El régimen de Ahmadineyad no ha dado ni un paso atrás en sus pretensiones atómicas, ha ignorado todas las llamadas al orden de la Agencia Internacional de la Energía Atómica y ha hecho caso omiso a todas las resoluciones del Consejo de Seguridad que exigían la congelación total de todas sus actividades de enriquecimiento.
Hace ya años se pidió a Irán que detuviera el enriquecimiento de uranio en su planta subterránea de Natanz. Irán ignoró totalmente los requerimientos internacionales. Posteriormente se descubrió una nueva planta de enriquecimiento secreta y oculta en túneles excavados bajo una montaña en Fordow, donde enriquecen uranio con un grado cercano al 20%. Se les pidió que clausuraran esta planta y, no solo no lo hicieron, sino que han aumentado drásticamente su capacidad de producción. Por si fuera poco, se sospecha que en el emplazamiento militar de Parchin realizaron pruebas con detonadores para cabezas nucleares. Dos años después, aún no han permitido a los inspectores internacionales visitar esas instalaciones.
Con todo este historial, tras la reunión de Almaty Irán sigue negándose a detener su programa de enriquecimiento y a mostrar a los inspectores de la AIEA el emplazamiento de Parchin. Sin embargo, en lugar de endurecer su postura, Occidente pone sobre la mesa un alivio en las sanciones económicas porque Irán ha convertido parte de su uranio al 20% en combustible para su reactor experimental. La lectura es decepcionante: como no se consigue nada de Irán, se le pide cada vez menos y se le hacen concesiones por cualquier mínimo gesto que hace meses sería totalmente insuficiente e inaceptable.
Es decir, siguen manejando la situación a su antojo. La inoperatividad de las negociaciones comienzan a poner nervioso a Israel mientras desde Teherán son escrupulosamente cuidadosos con no traspasar la línea roja que Tel-Aviv les ha marcado. El pasado miércoles, tras finalizar la cumbre kazaja, el gobierno iraní salió con un discurso triunfal pregonando la claudicación occidental a sus intereses. El rial subió un 3% y la maquinaria de propaganda de los ayatolás ha comenzado a trabajar. En junio hay elecciones en Irán, ¿quién está manejando los tiempos?
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