Rubalcaba es un tigre de papel
Que don Alfredo tiene mucho que callar era del dominio público. Que no tiene nada que decir, en cambio, acaba de descubrirse ahora mismo.
En un discurso concebido por y para adultos, el presidente del Gobierno apenas incurrió en un desliz propio de los de su gremio. Fue cuando dio en proclamar a los cuatro vientos que "los españoles no son como niños" para, sin solución de continuidad, proceder a tratarlos como a niños. Pues solo un niño podría creer que la corrupción de los partidos es susceptible de remedio dotando de más recursos al Tribunal de Cuentas, tal como prometería. Y es que ese sarcasmo administrativo, el Tribunal de Cuentas, que ni es tribunal ni cuenta nada, encarna la quintaesencia de la perversión partitocrática de las instituciones del Estado. Pocos o muchos, ¿qué importarán los medios de que disponga mientras quienes en él deciden sigan siendo obedientes acólitos de los partidos designados por Génova y Ferraz?
Al respecto, diríase que el presidente no acaba de percibir la desolación cívica, el desierto moral que van dejando tras de sí los casos de delincuencia institucional e institucionalizada. Ante similar plaga, y como niños o no, los italianos andan a punto de dinamitar el sistema por la vía de repartir el Parlamento entre un rufián y un payaso, esto es, entre Berlusconi y Grillo. Un aviso a navegantes que nuestras elites no debieran desoír. El único pero, por lo demás, en una intervención que se quiso seria de principio a fin, costumbre ya tan en desuso de un tiempo a esta parte.
Enfrente, un estadista de barra de bar armado con el arsenal retórico de los habituales de Sálvame y demás intelectuales orgánicos de Telecinco. A Rubalcaba solo le faltó clamar un "con la que está cayendo" para situarse a la muy precisa altura del betún. Tosco alarde populista que buscaría el clímax escénico en el impostado llanto de cocodrilo por lo que llamó "crisis moral". Así, mientras a José Zaragoza se le escapaba una media sonrisa desde su escaño y el partido de Carme Chacón procedía a darle el finiquito al Rey de España, la alternativa presunta hacía currículum para acabar sus días de tertuliano friki, de los de la escuela del pressing-catch. Que don Alfredo tiene mucho que callar era del dominio público. Que no tiene nada que decir, en cambio, acaba de descubrirse ahora mismo. Mañana, los jabalís.
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