Rajoy tiene un problema
No quiere líderes tan influyentes como Esperanza Aguirre o José Antonio Monago sacando el pie del tiesto.
Querida Ketty
La tormenta no amaina siete días después de su golpe seco en la mesa. El presidente se dio cuenta, una vez más, de que los asuntos domésticos le persiguen al país que visite, por muy importante que sea el cometido que le lleve al mismo. En Berlín, ante la mismísima Angela Merkel, tuvo que comprobar como toda su explicación sobre la cumbre bilateral celebrada caía en saco roto y los medios sólo llevaban al titular que sigue con fuerzas y rumbo a pesar del escándalo Bárcenas. En Bruselas, tras 26 horas sin pegar ojo por la ardua y densa de la negociación de los presupuestos comunitarios, avistó que las portadas de los medios digitales -cada vez con más influencia y peso en el Ejecutivo- se centraban en su respuesta a si "mantiene su confianza en la ministra Ana Mato".
El jefe es consciente de esto -lo aprendió durante cuatro años de oposición, en la que tuvo que aguantar una enorme presión mediática e interna y se hicieron famosos sus silencios-, pero en esta ocasión le preocupan especialmente las fricciones que está sufriendo el PP. Un partido en el poder, con todavía tres años por delante en la administración central, pero que acumula ya una larga temporada en la se asemeja a una bomba de relojería.
Rajoy creyó que podía centrarse en los asuntos de Estado, pero se ha dado cuenta de que no puede descuidar Génova. "No sólo tiene que interesarle lo que ocurre en el PP, tiene que parecerlo", dicen gráficamente varios consultados. Tampoco habla tan habitualmente con los barones autonómicos, que han mostrado públicamente, en más de una ocasión, su malestar por cómo se han gestionado las crisis internas.
A todos, el presidente les ha transmitido un mensaje: su número dos en el PP no sólo tiene todo su apoyo, sino que también le ha otorgado el poder que necesite. En pocas semanas lo ha dicho dos veces en público: Cospedal es de su total confianza y sus órdenes tienen que ser tomadas como propias. Y una en privado: en el Comité Ejecutivo del pasado sábado, con el partido alarmado reclamando una respuesta contundente al caso Bárcenas. Ella y Javier Arenas son sus grandes interlocutores dentro del PP.
Rajoy reclama al PP unidad. En todos los sentidos. No quiere líderes tan influyentes como Esperanza Aguirre -pidió una querella contra el extesorero- o José Antonio Monago -impulsando listas abiertas- sacando el pie del tiesto. Quiere a los suyos todos juntos, haciendo piña, como si el barco estuviera haciendo aguas hasta tal extremo de que nadie, absolutamente nadie, debiera hacer otra cosa que remar para salvarlo. La orden la repitió en la capital comunitaria, reiterando la fuerza interna de Cospedal, con potestad para tomar una "decisión drástica" si se diera el caso, según un miembro de la cúpula.
En esta estrategia de aguantar incluye a Ana Mato, que está atravesando, sin duda, el peor momento de su carrera política, y ya le empieza a afectar en lo anímico: "Una de mis obligaciones es ser justo y creo que manteniendo la confianza soy justo. Por que ella se lo merece, y además está siendo una magnífica ministra. Cuando la mantengo, lo hago porque soy justo, si pensara en otra cosa estaríamos en otra situación", zanjó el presidente, de la teoría de que una crisis de su gabinete generaría más inestabilidad. No habrá cabeza de turco, dicen en el PP, porque "la cabeza de Bárcenas ya fue cortada", rememoran.
Si hubiera crisis de Gobierno sería en meses, con las aguas más calmas. Pero Rajoy quiere hacer varios cambios de una atacada, y por eso muchos se siguen decantando porque esperará a la elección del candidato a las europeas -que se celebrarán en 2014-. Para entonces, ya sabrá si Madrid pasa el corte y se convierte en ciudad olímpica, con lo que todo esto conlleva para Ana Botella. Hay varios cargos esperando: Miguel Arias Cañete -que quiere regresar a Europa-, Antonio Basagoiti -que anunció su marcha de la dirección del PP vasco y se le ve como ministro del Interior- o su íntimo Arenas -hoy con un cargo menor en Génova-.
Muchos asuntos internos que, para variar, bloquean el mensaje que quiere transmitir el Ejecutivo y alimenta los discursos de los tuyos, que ya espero a saber cómo andan por tus letras. Me dice una simpática azafata que apague ya el ordenador o que me lanza al aire. Créeme que debo hacerle caso. Aterrizo en Madrid ansioso de devorar tu carta semanal
Besos, Pablo.
Postdata: no volverá a repetirse el retraso, pero es que llevaba dos días sin dormir por culpa del Consejo Europeo y los dichosos presupuestos. ¡No me regañes más!
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