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José María Albert de Paco

La comarca nos visita

En una comunidad donde el poder promueve referéndums ilegales, cómo evitar que la legalidad no acabe siendo un molesto hormigueo.

Un juzgado de Gerona acaba de sentenciar que el ayuntamiento de esta localidad pretendió obtener un "beneficio claramente político" al fletar trenes para desplazar ciudadanos a Barcelona con motivo de la Diada. Tal como se desprende del enunciado, lo que el juez desaprueba no es el carácter populista (dejémoslo en populista) de la iniciativa, sino el rédito que, supuestamente, proporcionó a CiU, la coalición que gobierna la ciudad. También yo creo que costear excursiones a la capital tiene algo de PER a la catalana, pero me temo que, con ese "beneficio claramente político", el magistrado sugiere que el alcalde, Carles Puigdemont, se valió de una causa poco menos que angelical (por asexuada) para fomentar la adhesión de sus conciudadanos. No parece que el texto que sigue refute ese extremo:

Intentando apropiarse de una convocatoria política no realizada por ninguna administración pública, (...) e intentando beneficiarse de su éxito con las consecuencias políticas posteriores, ya conocidas.

"Su éxito", sí, han leído bien; la Diada, convertida en una apuesta irrenunciable. Ciertamente, debe de haber pocos gerundenses que no recibieran con agrado la posibilidad de manifestarse en el Paseo de Gracia por gentileza del ayuntamiento. Como diría un lingüista, va con el genio. No obstante, la sentencia reposa sobre un fundamento bastante más espurio que el puro cinismo. No en vano, el juez acusa a la Delegación del Gobierno en Cataluña de

con el pretexto de la legalidad, interponer un recurso [contra el decreto municipal que aprobaba la contratación de trenes] malbaratando recursos humanos y económicos de los órganos judiciales con el conocimiento de la escasa, por no decir casi nula, trascendencia jurídica de su resultado.

No se sorprendan. Al fin y al cabo, en una comunidad donde el poder desobedece sistemáticamente las sentencias sobre el bilingüismo, promueve referéndums ilegales y aun presenta como un logro el incumplimiento del límite de déficit, cómo evitar que la legalidad no acabe siendo un molesto hormigueo, un pasatiempo propio de tiquismiquis. Un pretexto, exactamente.

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