El timo de los derrotados
Que se prepare Artur Mas. Lo peor está por venir, y no de sus adversarios. Los secesionistas no están sobrados de escrúpulos.
El 25-N se celebró en Cataluña una consulta que los convocantes pretendieron convertir en una exhibición plebiscitaria. Su objetivo, aunque se disfrazara con eufemismos, era allanar el terreno para la independencia de esta región de España. Afortunadamente, la consulta discurrió por la vía democrática de las elecciones legislativas, y la iniciativa balcanizadora fue derrotada.
Eso sí, los secesionistas tienen una heterogénea mayoría en el Parlamento, y su timo consiste en hacerla valer para repetir la consulta fuera del marco legal, de espaldas a la voluntad de los ciudadanos. Si respetaran las normas que gobiernan este tipo de referéndums en los países de nuestro mundo civilizado, como Canadá y el Reino Unido, seguramente volverían a perder: acaba de comprobarse de manera contundente que los secesionistas componen una minoría del censo electoral. Censo electoral que es el único cartabón válido para determinar dónde están las mayorías y dónde las minorías, aunque los timadores disponen de un arsenal de subterfugios para desvirtuar el proceso.
Desenmascarar el timo
Vayamos a los números, para desenmascarar el timo. En toda Cataluña, los partidos secesionistas fueron votados por el 34% del censo electoral (el 40% si incluimos a ICV-EUiA, que, contaminada por el ADN de las dictaduras comunistas pasadas y presentes, tiene poco que aportar al derecho a decidir). En la provincia de Barcelona los votó el 32% del censo electoral (el 39% con ICV-EUiA). En la de Tarragona, el 34% (el 39% con ICV-EUiA). En la de Lérida, el 45% (el 48% con ICV-EUiA). Y en Gerona el 47% (novedad: el 52% con ICV-EUiA). O sea, que después de una reforma constitucional, y una vez resignada a contar con los votos comunistas, Gerona podría fundar una ínsula aparte, fuera de la Unión Europea. Ojo: los secesionistas incluyen a la CUP, partido antisistema cuyo proyecto de Anschluss con Valencia, Baleares y el Rosellón francés le creará a la flamante república peligrosos conflictos internacionales, amén de los internos por su afinidad con okupas e insumisos de diverso pelaje. Francesc-Marc Álvaro alaba (LV, 26/11) la "pureza juvenil" de estos hooligans.
Antes de que los secesionistas impugnen estos cálculos tildándolos de tendenciosos, los avalaré con opiniones vertidas desde su propio bando. Escribió Enric Juliana, gurú del somatén mediático (LV, 27/11):
Quizá el influjo de Cervantes provoque el espejismo gracias al cual alguna gente hoy sigue creyendo que no ha pasado nada y que el soberanismo es imbatible con sólo el 34% del voto del censo.
¡Ah, esta omnipresente barrera del 34% del censo! Ni siquiera llega al 36,5% que les sirvió para decretar que era mayoritario el apoyo al trajinado Estatuto inconstitucional. Y Juliana tampoco está solo a la hora de desmontar ilusiones dentro del campo secesionista. El irreductible Francesc-Marc Álvaro confiesa, cuando procura explicar el descalabro de CiU (LV, 27/11):
Este esquema describe un trasvase automático (que habría que matizar con el análisis por zonas) y un nuevo reparto de apoyos dentro del campo soberanista pero –y esto es lo más importante– no un claro crecimiento del mismo, que es lo que se pretendía, en última instancia.
Con meritoria objetividad, el experto en demoscopia Carles Castro nos aproxima nuevamente al desmitificador 34% (LV, 27/11). Refiriéndose al conjunto de fuerzas secesionistas, aclara:
Su porcentaje de voto sobre el conjunto del censo electoral (el 33,9% de más de cinco millones de ciudadanos en condiciones de votar) ha marcado también un nuevo récord, aunque modesto: tres décimas más que en 1984.
Significativamente, fue el gurú Juliana quien, con la intención de evitar que la euforia post-Diada desmovilizara a los votantes secesionistas, les advirtió, con un argumento que hoy suena tan premonitorio como ajustado a la realidad imperante (LV, 18/11):
Las encuestas y la atmósfera dominante apuntan a un crecimiento soberanista, pero hay que esperar al 25 de noviembre. Estas no son unas elecciones ordinarias. Si el fracaso se produjese, efectivamente, algo importante cambiaría en España: el hundimiento de la mitología catalanista legitimaría plenamente los planes de recentralización y laminado. El ridículo catalán ante Europa sería fenomenal. Derrota histórica. Puede pasar.
Lluvia de misiles
Debe quedar claro que La Vanguardia, disciplinada en su papel de somatén mediático y celosa de sus subvenciones, se saltó todas las normas legales para evitar que ese hundimiento de la mitología y ese ridículo ante Europa se produjeran. Se pasó el día de reflexión y el día de las elecciones por el arco del triunfo con editoriales y columnas de inflamado contenido propagandístico. El editorial del día de reflexión lo dedicó a exacerbar la hostilidad contra el Gobierno de España utilizando como pretexto la denuncia de El Mundo sobre la presunta corrupción de Artur Mas y su entorno político. Denuncia –en fase de clarificación por la justicia– que todavía se utiliza para argumentar que la derrota de los secesionistas fue consecuencia de un juego sucio (editorial de LV, 27/11), cuando sólo fue un disparo de arcabuz en comparación con la lluvia de misiles mediáticos cargados con el falaz "España nos roba". La Vanguardia también los lanzó.
El día de las elecciones la propaganda secesionista corrió por cuenta de la panfletista Pilar Rahola y de sus colegas David González, Salvador Cardús, Jordi Basté, Josep Maria Sória y algún otro.
El auténtico día de reflexión ha llegado tarde: después del 25-N. Josep Ramoneda, el mismo que nos endilgó farragosos sermones de adoctrinamiento pseudoizquierdista y que se manifestó dispuesto a votar afirmativamente en un referéndum sobre la independencia de Cataluña, nos explica (El País, 27/11) que Artur Mas es un "presidente de corte tecnocrático y conservador" y que
los medios de comunicación, los institutos de opinión, los académicos y los que nos dedicamos a escribir y a opinar de estas cosas tendríamos que hacer una reflexión, porque es preocupante el desconocimiento de la realidad del país que hemos demostrado. (...) No he leído ni un solo artículo que contemplara la posibilidad de que en estas elecciones se diera un batacazo de esta envergadura. (...) Las brumas de las hegemonías ideológicas y de las fantasías políticas contaminan demasiado el espacio mediático, y nos las acabamos creyendo todos: políticos y periodistas.
Los artículos que Ramoneda dice no haber leído han poblado las páginas de los diarios que él encasillaría en la Brunete mediática y también, nobleza obliga a decirlo, en las del diario donde él escribe. Y los que se proponían votar como Ramoneda en el referéndum secesionista tildaban a quienes los escribían de españolistas, anticatalanes, derechistas o fachas. Ramoneda se sumó a la campaña de difamación teñida de progresismo cuando escribió (EP, 13/9):
Un sector muy importante de estas élites [catalanas], las 25 o 30 personas que forman el núcleo duro del poder económico, no están precisamente entusiasmadas con lo que está pasando.
Precisamente Lluís Bassetts sostiene (EP, 27/11) que cuando se critica a las élites catalanas que se dejaron engañar hay que excluir
a un empresariado que ha sabido mantenerse en silencio mientras los otros se regodeaban ruidosamente en sus errores.
Una alegoría magistral
En medio de este embrollo, no puedo resistir la tentación de repescar parte de una magistral alegoría que escribió el profesor Pedro Nueno (LV, 21/10), con la cual creo que se ganó el título de Profeta Mayor del Reino. Describe en ella lo que se descubrió en las excavaciones de Catalina, isla del archipiélago Patreuro, situado entre el océano Atlético y el mar Intermediario, en la que hubo una civilización hace 3.000 años. El rey de Catalina, Masano, era directo, pero el emperador de Patreuro, Rajano, era complejo: callaba cuando debía hablar, y andaba cuando debía parar. Estalló una crisis tremenda.
Al principio los catalinos protestaron pidiendo la independencia. Había mosaicos con manifestaciones cada vez más malhumoradas por los silencios y los paseos de Rajano y las incongruentes respuestas de sus visires Guindillo y Montauro a los visires de Masano. Pero en los últimos mosaicos los catalinos se giraban de repente y empezaban a manifestarse contra su rey, el rey de Catalina y sus visires. Los escribas se dieron también la vuelta y le pedían al rey de Catalina y a sus visires planes concretos. Les acusaban de haber engañado a Catalina en beneficio propio. El rey y los visires tenían ahora palacios, carrozas y esclavos, pero los catalinos eran más pobres, había más esclavos libres y con más hambre. Artesanos y mercaderes de otros imperios habían cerrado sus talleres en Catalina trasladándolos a Patreuro. Catalina estaba en quiebra. Se veía en un mosaico como unos esclavos libres catalinos crucificaban a un visir que había sido históricamente uno de los principales defensores de la independencia al tiempo que quemaban su carruaje. (...) El rey de Catalina no sabía que la fidelidad de la gente apurada es frágil y cambiante.
Que se prepare Artur Mas. Lo peor está por venir, y no de sus adversarios sino de sus visires y sus escribas. Los secesionistas no están sobrados de escrúpulos.
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