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Cristian Campos

El error

Gracias a la manifestación de hoy, el independentismo ya tiene una cifra que pasear por Europa. Real, tangible, contrastada. 60 a 1.

Alguien tiene que pinchar el globo, y voy a ser yo: 10.000. A las 12:00 horas del 12 de octubre de 2012, 10.000 manifestantes se aglomeran en la Plaza Cataluña de Barcelona, según los organizadores de la concentración. Demos la cifra por buena, aunque ya les adelanta este barcelonés que en el centro de la Plaza Cataluña a duras penas caben 4.000 personas; 6.000 a todo tirar si incluimos sus aledaños. La misma cifra de asistencia, por cierto, que ha dado la Guardia Urbana. Bien, no resulta muy difícil adivinar lo que sigue, ¿cierto? La peor cifra independentista del pasado 11-S (600.000) contra la mejor del 12-O (10.000). 60 a 1. Esa es, en la Cataluña actual, la fuerza real de la idea España unida en comparación con la fuerza real de la idea Cataluña independiente.

Gracias a la manifestación de hoy, el independentismo ya tiene una cifra que pasear por Europa y por la redacción del New York Times. Real, tangible, contrastada. Con foto aérea incluida. 60 a 1. Nacho Vidal contra el osado micropene español. Y este chiste va a ser el menos cruel que lean durante las próximas semanas.

Queda claro que en la España actual no abundan los Clausewitz, pero desde el punto de vista de la estrategia unionista la convocatoria de la manifestación de hoy ha sido un error táctico de proporciones colosales. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que la de una España unida no es, a día de hoy, una idea activa sino reactiva. Sólo ha aparecido cuando ha creído necesario chafarle la guitarra al soberanismo. Y eso forzada por un órdago político que, ya acabe con una Cataluña independiente o con un federalismo asimétrico, supone decirle adiós a la España actual.

Y este error ni siquiera es nuevo. Ya lo cometió Ciutadans cuando decidió lanzarse a la arena política para contrastar con la realidad de la calle aquella entrañable idea-fuerza que hablaba de una bolsa de centenares de miles de catalanes, principalmente pertenecientes a las clases obreras y las elites intelectuales, que no votaba en las elecciones autonómicas catalanas a falta de un partido político que defendiera sin complejos la idea de una Cataluña 100% española. El resultado está a la vista: C’s lucha elección tras elección por superar la barrera electoral del 3%. Puro wishful thinking.

Esa, la de los españoles durmientes, era una idea potente y atemorizadora (en términos estrictamente políticos) que en no pocas ocasiones había mantenido a raya al nacionalismo más radical. Duran Lleida, sin ir más lejos, ha edificado 30 años de carrera política sobre los cimientos de esa idea. Y no es para menos: ¡un monstruo aletargado de casi un millón de ciudadanos desencantados dispuesto a arrasar al nacionalismo en cuanto España le llame a filas! Como para acojonar a cualquiera. Pero hoy España ha llamado a filas. Han respondido 10.000 ciudadanos. Y algunos aún se asombran cuando ven al tibio Duran Lleida convertirse a pasos forzados al soberanismo. ¿Y cómo no va a hacerlo, si el PP y los organizadores de la manifestación de hoy han levantado los faldones de las sábanas y han mostrado al nacionalismo moderado que el monstruo que estos creían tener debajo de la cama era una chinche? 

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