Adiós a la inocencia
Desengáñense los ingenuos. Ellos, con su empanada, sólo van de paquete.
Ya viene siendo norma, y es digno de estudio, que cuanto más ilegal y violenta resulte una manifestación, más incitará sesudas reflexiones sobre las causas y más se la considerará la auténtica "voz de la calle". Miles de personas que salen de forma ordenada y cívica, que no dejan siquiera un reguero de basura a su paso, que no queman contenedores ni rompen escaparates ni asaltan supermercados, jamás suscitan la pila de comentarios sobre el "grave malestar social" y la "desafección" y demás pamplinas que proliferan cuando unos manifestantes hacen una escabechina. Entonces, en lugar de una condena sin paliativos de los desmanes, tenemos el discursito de "qué hemos hecho para que hagan esto". Como si no hubiera gente que quiere hacer eso, justamente eso, y que lo hace si se le da la oportunidad, que es la que proporcionan movimientos populistas como el 15-M, cuyo último coletazo ha sido el disparate de "Ocupa el Congreso".
Por lo visto, la ocurrencia de convocar a las masas a tomar el Congreso la tuvieron tres madres que se conocieron en la acampada de Sol, y la intención no era entrar a saco en la sede de la soberanía nacional, ¡uf, qué alivio!, sino hacer una metáfora. Dios nos libre de los aficionados y de las metáforas, por lo menos a la hora de la política. Qué peligro tienen cuando gozan del poder de convocatoria de unos medios entregados a insuflarles épica. Aunque, dado el trato mediático a estos movimientos de un año para acá, lo sorprendente es que no fuera todo el mundo a jugar a revolucionario por un día para la tele. Qué emocionante. Y, claro, sin ilegalidad –como la acampada que permitió Rubalcaba–, sin enfrentamientos, sin destrozos, las cámaras se aburren, y no hay epopeya ni héroes.
Así, como estaba cantado, se juntaron los que escriben cartas a los Reyes Magos con los encapuchados que llevan las piedras. Siempre se exonera a los convocantes diciendo que los violentos eran un grupo reducidísimo. Unos pocos malos en un océano de buenos, y resulta que los malos se impusieron. Los organizadores, por llamarles algo, y los partidos que quieren estar a ambos lados de las barricadas han salido con la conspiranoia de los "infiltrados": policías emboscados que provocaron a la pacífica multitud para poder cargar a gusto. Hombre, pero si a los "infiltrados" ya los llevaban dentro. Porque esas minorías no se agregan a cualquier movimiento. Bien que eligen. Eligen por afinidad, están donde se pueden hacer con el dominio. Desengáñense los ingenuos. Ellos, con su empanada, sólo van de paquete.
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