Colabora
Antonio Robles

Independencia y mentiras

La realidad es tozuda. El independentismo miente, manipula nuestras emociones y nos convierte en irresponsables.

Ya no es hora de advertir. Quien no se haya despertado a estas alturas, no lo hará nunca. El nacionalismo catalán ha logrado el éxito más increíble. No me refiero a las 300 ó 600.000 personas sacadas a la calle, sino haberlo hecho envuelto en aires de libertad y pose de víctimas con un discurso profundamente reaccionario, sin que nadie parezca percibirlo como tal. Ese es su peligro, y no su número. De ahí la superioridad moral que exhiben contra la progresividad fiscal sin ni siquiera ruborizarse. Y sin que la izquierda y los sindicatos digan ni mu. Bueno, en realidad personajes como Pepe Álvarez de UGT sí dicen, pero a favor de todos los mantras nacionalistas. Un mafioso no serviría mejor al señor que le paga el bocadillo.

Ha cristalizado una confianza infinita en el sueño de la independencia. Ya no respetan el tabú que hacía de la secesión un abismo. De tanto traspasar la línea roja sin que haya consecuencia alguna ni reproche, han acabado por creerse de verdad que pueden alcanzar el sueño. Se han vuelto inmunes a la responsabilidad, todo les parece posible sin coste alguno. Una gran mentira, pero ¿quién se quiere ocupar de esa nimiedad cuando al otro lado de una simple manifestación está la tierra prometida?

No se sienten con ningún deber ético ni democrático con el resto de ciudadanos españoles, ni les importa un carajo la separación de poderes. Ellos están por encima de ellos, porque la democracia es española. Hasta el respeto a ésta pasa por el adjetivo catalana: sólo es democracia si es catalana. Por eso incumplen cualquier sentencia que cuestione su construcción nacional.

Si ese medio millón de personas tuviera frente a ellos a los socialistas del PSC, al resto de la izquierda, y junto a los liberales no nacionalistas plantaran batalla, esa manifestación de esteladas, con sus marchas de antorchas encendidas, sólo sería la ultraderecha tópica y racista de cualquier país europeo actual. Un peligro, sin lugar a dudas, pero reducido a la nada por la oposición poderosa de la razón y los valores de la libertad.

Desgraciadamente, no estamos en ese escenario democrático, sino en el de los típicos contextos fascistas (postmodernos). No tienen oposición. Han alcanzado la hegemonía cultural y con ella se ha disparado el desprecio por todo cuanto no es idéntico a ellos mismos. Cuando hace años denuncié en una conferencia en la Universidad de Salamanca que el ejército de Cataluña eran los maestros y los periodistas, me dijeron de todo. Hoy ese ejército ha envenenado la mente y el corazón de dos generaciones de jóvenes y ha desatado los instintos más resentidos de los humillados por el franquismo. El monstruo pronto exigirá a sus creadores el tributo envenenado de pesadillas que le inocularon para arrastrarle a asustar a Madrid.

Pero la realidad es tozuda. El independentismo miente, manipula nuestras emociones y nos convierte en irresponsables. Dentro de la masa, todos se sienten inmunes. Pueden decir y hacer cuánto se les antoje. Y llevar adelante las peores empresas. Incluso contra sí mismos.

Políticos y periodistas son lo mismo en Cataluña: Mònica Terribas, la exdirectora de TV3, y actual consejera delegada y editora del diario independentista ARA, citaba al catalanista Joan Sales en el acto institucional de la Diada del 11 de septiembre: "Desde hace 500 años los catalanes hemos sido unos imbéciles". Y se preguntaba con voz engolada: "¿Se trata, pues, de dejar de ser catalanes? No, se trata de dejar de ser imbéciles".

"No hay manera de llevar adelante un Estado propio sin una hacienda propia", acaba de decir Oriol Pujol ayer por la mañana en RAC-1 para seguir jugando a la puta y la ramoneta con España y preparar la secesión de Cataluña. El presidente del Gobierno ya lo sabe. Cualquier cesión insolidaria con el resto de españoles, será empleada para la secesión.

P.D. No han ganado la guerra, sólo una batalla, la de la propaganda y la sugestión. España aún no ha hecho nada en estos 30 años. Han avanzado como el ejército alemán en Polonia. Sin oposición alguna. Es hora de que el presidente del Gobierno y el líder de la oposición dejen sus tentaciones partidistas y se unan para contrarrestar tanta demagogia. España debe movilizar a sus líderes culturales, políticos, económicos y deportivos. La guerra populista que nos preparan la están ganando con el control de los medios de comunicación y la escuela. Despierten. O mañana será tarde. Nada está perdido. Todo es posible todavía. 

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario