Nueve días ha tardado el secretario general del PSOE en salir a la arena pública para responder a las gigantescas dudas que el caso Interligare – o Rubalcabagate, como también se le ha dado en llamar – ha levantado sobre su etapa en el ministerio del Interior.
Hasta este momento el socialista había enviado como tropa de vanguardia a su equipo más cercano dentro del partido, Soraya Rodríguez y Antonio Hernando, y también a su diario de cabecera, El País, que dedicaba este domingo dos páginas a intentar desacreditar las informaciones de El Mundo.
Pero ni Rodríguez ni Hernando son gladiadores especialmente hábiles en la batalla dialéctica – por ejemplo, las referencias de éste último al 11M, precisamente al 11M, no pudieron ser más desafortunadas – ni el periódico de Prisa es ya lo que era a la hora de enterrar temas. Así que finalmente el propio Rubalcaba ha tenido que enfrentarse a un asunto que le está haciendo mucho daño.
Sin embargo, el exministro no puede dejar de comportarse como lo que es y su breve comparecencia de este lunes ha sido, una vez más, un perfecto ejemplo de la soberbia y el matonismo declarativo a los que el propio Rubalcaba nos tiene acostumbrados: no sólo no ha ofrecido explicación alguna sobre el fondo de la cuestión, si había una trama corrupta en su ministerio y si ésta espió al PP, sino que se ha decido por despreciar al mensajero y cargar contra los populares.
Pero se equivoca Rubalcaba si cree que con una mención a la "bazofia" y al problema "psicopatológico" que tendría Pedro J. Ramírez con él puede dar carpetazo a la cuestión.
Como se equivoca también hablando de la larga lista de "mentiras" sobre él que se han publicado: ciertamente la lista es fenomenal, pero más que de falsedades sería de asuntos turbios en los que el propio socialista se ha visto implicado.
Y es que desde los lejanos tiempos en los que como portavoz del Gobierno se refería a los GAL en términos similares a los que hoy ha usado para el caso Interligare, la vida política de Rubalcaba es una sucesión de comportamientos reprobables y asuntos turbios: la vergüenza de la jornada de reflexión en marzo de 2004, sus esfuerzos por evitar que se sepa la verdad sobre el 11M, sus amenazas a diputados populares o el caso Faisán serían, efectivamente, excelente material para los primeros anaqueles de esa biblioteca de Alejandría que dice padecer.
Bien haría el socialista en pensar mejor la repuesta que él mismo y su partido están dando a un asunto muy serio, que antes o después tendrá que pasar por el juzgado y que llega en un momento en el que ni el PSOE, ni su grupo mediático preferido, ni el propio Rubalcaba tienen la fortaleza de la que han disfrutado en otras circunstancias.
De hecho, ni siquiera dentro de su propio partido puede contar el exministro con un apoyo total: el silencio de tantos socialistas estos días tiene, sin duda alguna, razones más poderosas que las vacaciones.
Rubalcaba, en suma, protesta por la "bazofia" publicada, precisamente cuando la bazofia ha sido un espacio en el que él ha chapoteado alegremente durante su carrera política. El que todo lo veía y todo lo escuchaba tendrá que esforzase más: por muy subidas de tono que estén sus meras palabras no son suficiente aval para desacreditar ninguna información, máxime cuando toda una carrera política las desmiente.