Los gravísimos problemas por los que atraviesa España, sus propias penalidades dentro del PSOE y, sobre todo, la irrelevancia política a la que en la práctica le ha llevado su pésimo resultado electoral podrían suponer un riesgo importante: que olvidásemos quién es en realidad Alfredo Pérez Rubalcaba.
Sin embargo, una interesantísima información nos devuelve en toda su crudeza y en primera plana lo que este personaje representa para la política española desde hace muchos años. Según la Policía Judicial, altos cargos de Interior, en la época en que Alfredo Pérez Rubalcaba era ministro, montaron una empresa que les sirvió de tapadera para hacerse con contratos públicos y con generosas sumas de dinero: por el momento se ha tenido noticia de 2,4 millones de euros. Serían por ello responsables de hasta cinco delitos: estafa, falsedad documental, cohecho, tráfico de influencias y contra la Seguridad Social.
No es la primera vez que el nombre de Rubalcaba se ve relacionado con casos de corrupción, además de su comportamiento en tantas ocasiones dañino para la democracia de los que el "inolvidable" 13 de marzo de 2004 es el mejor ejemplo pero no el único. Y si esto no fuese suficiente el exministro de Interior verá siempre su trayectoria manchada con el que es sin duda uno de los asuntos más graves de nuestra historia democrática: el chivatazo del Faisán.
A los preocupados por aspectos tan básicos como el cumplimiento de la Ley, el caso Faisán, por cierto ahora olvidado por el PP, nos parece un hecho terriblemente grave y todavía esperamos que se depuren las muchas responsabilidades penales y políticas que de él deberían derivarse. Sin embargo, otros han defendido a los implicados asegurando que éstos actuaban creyendo, equivocadamente o no, que realizaban un bien mayor preservando el mal llamado proceso de paz.
Nada más lejos de la realidad, pero ahora la gestión de Rubalcaba en Interior ni siquiera deja espacio ya al falso argumento del bien público; las informaciones periodísticas aparecidas y, sobre todo, los informes policiales, hablan de algo más sencillo: la clásica corrupción destinada al enriquecimiento personal, que tan frecuente ha sido en las cloacas de Interior con el PSOE en el poder.
Obviamente, el líder socialista no está, al menos por ahora, directamente implicado en los hechos, pero sí lo están cargos de su entera confianza y se puede hablar, por tanto, de su responsabilidad política. Además, este caso acrecienta las dudas sobre una gestión ministerial que cada día ofrece más facetas oscuras. Tantas como las que tiene el propio personaje.
Rubalcaba ha preferido por el momento no dar respuesta a las acusaciones, pero en una entrevista concedida con anterioridad y publicada también este domingo afirmaba que "a veces" el cuerpo le pide "hacer anti–Alemania". No es de extrañar: en el país germano, como en cualquier otra democracia avanzada, su discurrir por la arena política basado en la mentira, el desprecio a las normas más básicas de la convivencia y, como vemos ahora, rodeado por la corrupción, no sería aceptado por la mayoría de la sociedad.
Esperemos que España sea, pronto, una de esas democracias.