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Francisco Pérez Abellán

La 'amoto' de la Justicia

Eso no era una Guzzi, ni una Montesa Impala, sino más bien una de la serie Golden, rápida y señorial. Es un signo que quiere decir algo de la justicia, esta justicia nuestra tan llena de signos contradictorios.

¿Es un signo de los tiempos o un paso atrás? Con la venia, Señoría, vaya cacho "amoto" que montaba usted el otro día frente a la Audiencia Nacional. (Canción infantil: La m con la o, mo, la t con la o, to. Todos juntos: "a-m-o-to"). Eso no era una Guzzi, ni una Montesa Impala, sino más bien una de la serie Golden, rápida y señorial. Es un signo que quiere decir algo de la justicia, esta justicia nuestra tan llena de signos contradictorios.

El signo de un presidente que dimite por el gasto, o del ministro que lejos de obedecer a tiempos de perturbación no hacer mudanza, hurga en el pasado del aborto, retrocediendo en el consenso hasta poner una pica en Flandes. Su moto, señoría, es una sorpresa, tal vez un acierto.

No lo sería si se tratara de una Harley Davidson y fuera acompañada de un tatuaje inconveniente como ese de "Nacío pa juzgá". Pero se trata de una motocicleta de la serie Golden, cómoda, llena de alforjas para los sumarios y los errores sumariales. Espero que no sea una motocicleta japonesa, porque los chuletas americanos prefieren ver a su hermana en un burdel que a bordo de una moto japonesa.

Usted, Javier Gómez Bermúdez, que ha sido el juez del 11M, de los 50.000 años de prisión para Yamal Zougam, con los autores intelectuales por determinar y hasta la duda del arma del crimen, bien sabe que viajar en moto supone una disposición innovadora hacia el futuro, una disposición a la rapidez de respuesta, aunque las últimas decisiones vuelvan a no gustar a las víctimas, en este caso a la familia Cordón, por haber dejado en libertad a dos presuntos grapos implicados en el asesinato. Los decepcionó usted tanto como a mi buen Federico Jiménez Losantos a quién dijo aquello de "mi jaca galopa y corta el viento, caminito de Jerez" y luego no puso a los malandrines en su "jaca corta el viento".

Combina usted con arte, el traje de funcionario, el casco discreto, raya burdeos, con el corcel mecánico, lleno de poderío y esplendor. Su cabalgadura, que cambia las crónicas de los juzgados, se parece algo a la "Poderosa" de Alfredo Landa, no en el aspecto si no en el espíritu, cuando se va en Vespa a la playa de un tirón.

Usted, Señoría, quiere decirnos algo con esa pose de Dani Pedrosa en la poderosa refulgente. Usted no es un rockero, ni un motero valentón, sino un caballero de la justicia que se desplaza sobre dos ruedas, una forma exprés de servir a los tribunales. Con esta velocidad, los errores llegan antes, pero también tienen su oportunidad los aciertos.

Soy de los que no está contento con la sentencia del 11 M, pero tampoco estoy contento con el mamotreto interminable de la Justicia, que se empantana, hace aguas, se colapsa, se solapa, se desdice, se encona entre el Supremo y el Constitucional, mientras el presidente, que lo era, viajaba a Puerto Banus. Una justicia que revela dos líneas de interpretación de los mismos hechos judiciales, según sus señorías se crean del Himno de Riego o del partido conservador.

Tiene usted la ventura de una esposa periodista, en el país donde las periodistas son princesas, que por usted se la jugó entera en una hagiografía donde sin duda es ya el nuevo Juez Estrella, por encima del garzonismo rampante. La amazona Elisa Beni, de cuerpo largo y largas piernas, es fácil de imaginar a la grupa de su caballo de hierro, donde desafía al destino con ese corbatín de cuadros agresivos, que dice a la claras que es imposible confundirle con un repartidor de pizza.

Los moteros saben que quien se compra una máquina como la suya la incardina en una larga lista de gestos: las gafas truman, el ordenador Apple o similar, tal vez el iPhone, la tableta, el traje de Emidio Tucci para no pasarse, y nada de tatoo, a menos que sea étnico y secreto. La colega Beni tuvo que dejar su puesto en la institución, por pasarse hablando de su marido, pero es explicable, porque se trata de una historia de amor.

Además de rotunda enamorada, Beni era una magnífica profesional en su puesto en la Justicia, y daba magnífica imagen de atención y rapidez. Gracias, guapa.

Lo suyo y lo de la moto, que está en su derecho, es distinto, porquen es un gesto confuso: ¿significa que la juventud y la renovación han llegado a la Audiencia Nacional? ¿O que los jueces están en una carrera sin concesiones? ¿La moto es para usted una pasión o una comodidad? ¿Acaso va a desaparecer la Audiencia y usted se prepara para un trabajo alternativo? ¿Qué es la moto en el mundo moderno?

Si usted hubiera querido dar el golpe, si hubiera querido sorprendernos de verdad, se habría comprado una bici de montaña y aparecería con calzón y maillot, así como con casco de velocidad. Aunque también podría haberle dado ecológica y comprarse un coche eléctrico, con lo que epataría enchufándolo a los bajos del edificio de tribunales y contribuyendo a la limpieza del medio ambiente.

En resumen, a usted, le ha dado nostálgica, porque esta "amoto" es más bien de los Rolling Stones, de concentraciones con demostración, para hacer el "caballito", todo vestido de cuero, ponerle una pegatina de la roja, montar a la espléndida Beni en los cuartos traseros y soñar con Easy Rider, una vez que le de carpetazo a la cosa judicial. Es usted el último romántico, al que no le importa figurar en los retratos inclasificables de la historia, como el debate Cañizares-ZP. La justicia viaja hacia nadie sabe dónde en la moto del juez de la Audiencia Nacional.

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