Continúo con los estímulos intelectuales que nos enriquecieron en las sesiones de la Magdalena, organizadas por Denaes. (No confundir con las Danaides). Se trataba de dilucidar qué es eso del Estado de las autonomías. La expresión empieza por ser confusa, pues las regiones o autonomías siempre serán menos autonómicas que el Estado. Ahí no terminan, sino que empiezan, las aporías. No es la menor que nadie parece estar satisfecho con la evolución que ha tomado el principio del Estado de las autonomías en España. No es solo porque no lo podemos pagar sino porque se disuelve la nación española, sin que esté claro en qué queda la cosa. Se impone la terminología nacionalista por la que lo que antes era "nacional" ahora es "estatal". En cambio, lo "nacional" de ahora en muchos casos equivale a lo que antes era lo "regional".
Ignacio Astarloa explicó a un auditorio entregado que la descentralización abierta de la Constitución de 1978 significa una especie de tornillo sinfín por el que las autonomías nunca están satisfechas. Es la mejor demostración de que la Constitución realmente no rige y hay que reformarla a fondo. Planeaba sobre la sala el contenido del manifiesto por la "reconversión" del Estado.
Enrique Calvet sostuvo la tesis de la necesaria suspensión de las autonomías para proceder a su reestructuración. Su opinión es que estamos ante un Estado fallido, contrario, por ejemplo, a la virtud del Estado francés para resolver el problema regional.
Albert Rivera consideró que la metáfora apropiada para el actual Estado de las autonomías es la de los reinos de Taifas en la Edad Media. El problema más agudo es que los nacionalistas no quieren ser españoles. Pero la paradoja es que esos mismos nacionalistas han sido socios de todos los Gobiernos españoles de la democracia. Después de ese discurso comenté el milagro que supone el hecho de que don Albert haya sido un egresado de la enseñanza de Cataluña. Es evidente que nuestro hombre ha debido de leer mucho. Es una demostración de que el sistema de enseñanza tampoco es tan definitivo como suponemos.
Gustavo Bueno (senior) nos deleitó con una verdadera lección magistral sin papeles sobre Filosofía y Filología al modo socrático. Empezó con la observación de que a los españoles nos resultan familiares ciertos términos de la Filosofía perenne, como "sustancia" o "categoría". Su proposición es que hace falta una teoría del Estado, que no existe en el texto constitucional. Más ideas, entrelazadas como en una cadena del ADN: el Estado se basa en compartir una cultura propia. La voz "democracia" es polisémica y todo lo santifica. La "solidaridad" es otro término confuso, como lo es la dicotomía "izquierda-derecha". La última conclusión del maestro nos dejó turulatos y levantó una ovación de divo operístico: "Hablando no se entiende la gente porque realmente no se puede convencer a nadie". Ya digo, Sócrates redivivo.
Algo más tendría que decir del alumnado de esta Escuela de Verano. Naturalmente, se trata de una autoselección. Las intervenciones de los ponentes eran el estímulo para que las conversaciones continuaran en el refectorio. A pesar del programa tan apretado, hubo tiempo para que los maestros y los discípulos se acercaran al monumento dedicado a las víctimas del terrorismo. En nombre de todos, Santiago Abascal y Gustavo Bueno (senior) colocaron gentilmente un ramo de flores. Era el aniversario de la tortura y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Fue la potísima razón para que al menos hubiera un minuto de silencio. Era la forma de contrarrestar tanta greguería.