Hay un principio de la física que establece la conservación de la masa y la energía. O como solemos decir, "de donde no hay, no se puede sacar".
Ahora intentaremos arreglarlo enviando más dinero. Es lo que siempre hacemos. Que viene a ser como regar una piedra esperando que brote un geranio. Pues va a ser que no.
¿Y por qué no habían de creer eso si creen que viven en España en una democracia porque les dejan expresar todas las memeces que quieran y cascársela sin remordimientos, siempre que paguen puntualmente lo que se le ocurra al cacique de turno (dentro de poco cobrarán la tasa del oxígeno, tiempo al tiempo: el que no tenga pasta, que aguante la respiración) pero mientras puedan llenar la barriga como verracos, dilapidar el salario en el hipercosa, y darle marcha al hígado y al coxis en la superheterogay boîte, el mundo es una maravilla? Pues, mire, la raíz de la creencia es la misma y es que la gente piensa (no con el cerebro) y siente (no con el corazón): son dos órganos que sobran en la sociedad postmoderna, siendo el órgano fundamental derivado (el primario no lo mencionamos por pudor) la tarjeta de crédito.
O sea Doña Cristina hemos ido de matamala a matapeor.
Ahora veremos a ver hasta donde quieren llegar los islamistas en su presion sobre la sociedad y el mundo. En estos momentos como no son todavia demasiado fuertes (en Egipto como en Turquia el ejercito tiene mucho poder) pues parece que no daran pasos demasiados fuertes, pero ahi esta el peligro para el futuro.
Hay quien todavia cree en Occidente que no que seran islamistas moderados. Veremos, yo no lo creo asi aunque espero equivocarme.
Mentalidades del siglo XII con acceso a tecnología del siglo XXI. Muy mala combinación.
En los países occidentales, parece que seguimos sin enterarnos de nada, respecto a los países musulmanes. No nos quisimos enterar, cuando se derrocó al Sha de Persia y un ayatola Jomeirni se encargó, instalando en Irán una sangrienta y medieval dictadura islámica, en recordarnos algo que cualquier estudioso del islam, considera una evidencia: la imposibilidad de que un país musulmán se convierta en democrático. No es casual que no exista un solo país musulmán que sea democrático, que respete la igualdad de sexos y suscriba la declaración universal de los derechos humanos.
Pues bien, sucedió en Túnez y Libia, en donde los sucesores de los dictadores anteriores demostraron idéntica o superior crueldad que estos. Y, ahora, los papanatas occidentales se extrañan de que Egipto caiga en manos de los musulmanes. ¿Qué esperaban de salvajes que metieron sus asquerosos dedos y manos por la vagina, tetas y culo de la periodista francesa que daba su información de las revueltas de la plaza de Tahir.
No, no hay un islam moderado y otro salvaje, sino un único islam que se fundamenta en el Corán que, por ser la palabra increada de Dios, es inmutable y eterno, aplicado en toda época y lugar. El creyente que apostate, ponga en duda o contradiga las suras coránicas, sabe que su castigo es la pena de muerte, en la gran mayoría de los países musulmanes y, en el mejor de los casos, penas severas de cárcel. Éste, y no otro, es el verdadero islam, aquel que los papanatas de Occidente defienden.