Desde que se conoció la noticia de que España podría albergar unas Eurovegas los detractores se han ido multiplicando a uno y otro lado del espectro político y social. De manera quizá chocante para muchos, pero, a mi juicio, bien coherente en términos históricos, las coincidencias saltan a la vista.
El anuncio de unas Eurovegas que podrían tener como sede Madrid y crear decenas de miles de puestos de trabajo provocó desde sus inicios reacciones contrarias. Si no me equivoco, la primera en manifestarse en ese sentido fue, el 2 de abril, Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE, que señaló que Eurovegas "no es nuestro modelo en absoluto". Al día siguiente, 3 de abril, Tomás Gómez se sumaba indicando que Eurovegas traería negocios de "mala reputación" y haría que el negocio de la prostitución creciera "de manera desorbitada". Hay que reconocer que el sparring habitual de Esperanza Aguirre estuvo casi inspirado. De hecho, algunos nos enteramos de que al PSOE le importaba la "mauvaise reputation" y el crecimiento de la profesión más antigua del mundo después de la de espía, como todo el mundo sabe.
Tomás Gómez debió de cogerle gusto a la cosa de lanzar mensajes moralizantes porque el 7 de mayo reincidía en su oposición a las Eurovegas y afirmaba que se iba a oponer al proyecto incluso por vía jurídica. La razón alegada por Phostiatus era que el proyecto ponía "en riesgo el futuro económico de Madrid" y "esto no es una República Bananera". Para remate, señaló que se sentía especialmente molesto ante la idea de que se afirmara que se iban a crear 260.000 puestos de trabajo.
No acabó la progresía sus jeremiadas contra Eurovegas con estos dicterios de Phostiatus. El 7 de junio, José Quintana, portavoz adjunto del PSOE en la Asamblea de Madrid, señalaba que era un proyecto de "tahúres y especuladores, y después de las declaraciones del obispo de Getafe, también de pecadores". Quintana sabía lo que decía porque desde la primera descalificación de la socialista Elena Valenciano con el proyecto de Eurovegas la habían tomado también los obispos, convertidos por una de esas ironías del destino en aliados de la progresía. Así, el obispo de Getafe, Joaquín López de Andújar, manifestó en primicia a Religión en Libertad que Eurovegas "es una fachada muy atractiva, que promete muchos puestos de trabajo, pero cuando entras ves la podredumbre, con actividades que pueden romper muchas familias, con todo el daño que implican las rupturas para los niños, por ejemplo". El obispo de Getafe indicaba además al mismo medio católico: "Hay una gran preocupación entre los obispos por este tema, porque no afectará solo a una región, sino a toda España. Hasta ahora los otros obispos esperaban que nos pronunciásemos los pastores más directamente implicados. Yo aguardo el pronunciamiento de los laicos de mi Iglesia diocesana. Pero puedo adelantar ya que estoy muy preocupado por este asunto".
En el resto de sus declaraciones, el obispo de Getafe se explayaba sobre el juego señalando, entre otras cosas, que "esta industria es el beneficio de unos pocos en el detrimento de muchos", "el juego se emplea como lavado de dinero", "genera graves consecuencias personales", "la ludopatía es una enfermedad de naturaleza progresiva" para acabar sentenciando: "Esto daña a las familias y ¿acaso no debe el Estado proteger las familias y el bien social?".
El obispo de Getafe subrayaba además la relación supuesta que la apertura de Eurovegas tendría con el sexo ilícito. Así subrayaba: "Cuando corre el dinero sin control enseguida se activa la prostitución, el blanqueo de dinero, los espectáculos porno, etc... y todo eso daña el bien social y familiar... Además, está claro que habrá prostitución de todo tipo. Eurovegas dirá que no la promueve, pero ésta acudirá al flujo del dinero y se generará como actividad satélite. Me temo que se creará una nube de clubes y tendrán cierta cobertura legal".
El obispo de Getafe realizaba tan tajantes juicios a pesar de que, como él mismo reconocía, "según mis noticias, el macrocomplejo de Eurovegas dedicará al juego sólo un 8% de su actividad, pero ese 8% corrompe todo lo demás".
Al cabo de unos días, el obispo de Segorbe–Castellón, Casimiro López Llorente, se negaba en rotundo a aceptar que el complejo Eurovegas pudiera instalarse en Marina D´Or. En su opinión, Eurovegas "fomentará el juego, las ludopatías y creará un mayor afán de riqueza, que ha sido precisamente una de las principales causas de esta crisis".
Ya como extravagante guinda del pastel, un articulista católico se despachaba en las mismas fechas contra Eurovegas calificándola de "Babilonia pútrida" y otras lindezas semejantes.
Oídos los representantes del PSOE y los obispos, cualquiera diría que el colapso moral va a ser la primera consecuencia de la instalación de Eurovegas, pero yo me pregunto si realmente es así.
Antes de entrar en la cuestión, quiero dejar claro que, personalmente, no tengo el menor interés por el juego ni por la prostitución. Al primero no le dedico ni un céntimo ni siquiera en formas tan extendidas socialmente y que tan poco llaman la atención de socialistas y obispos como pueden ser el cupón de la ONCE o las quinielas y de la segunda, siempre me he mantenido a distancia aunque –lo reconozco– quizá más por repelús que por piedad. Creánme si les digo que si el resto del planeta siguiera mi conducta habitual –cosa que ni pretendo ni se me pasa por la cabeza porque no soy ni socialista ni obispo– en el mundo no habría ni barajas y el oficio más antiguo del mundo –después del espionaje, claro– ha tiempo que se habría extinguido. Dicho esto y, por supuesto, con todos los respetos habidos y por haber, a mí estas declaraciones sobre Eurovegas me parecen, como mínimo, muy poco serias. Si a Tomás Gómez, a Elena Valenciano y a los dos citados obispos les preocupa realmente tanto el juego y las ludopatías no comprendo cómo han podido estar sumidos en un silencio sepulcral durante décadas. España es, según algunos estudios, el tercer país en juego de todo el orbe. ¿Hasta ahora ni los socialistas ni los obispos se habían percatado de semejante hecho? ¿O es que acaso en Getafe y en Segorbe no hay casas de juego, despachos de quinielas, kioskos de la ONCE, máquinas tragaperras y otros mecanismos para pulirse los haberes propios a través del juego? Hace tiempo que no me paso por ninguna de las dos localidades, pero, sinceramente, dudo que sean territorios "gamefree". Por otro lado, ¿cabe deducir de esto que en el futuro los niños de san Ildefonso pasarán a denominarse chavales de Ildefonso el tahúr? Lo ignoro, pero sería una lástima.
Por lo que se refiere a la prostitución y al sexo me invade la misma perplejidad. ¿En Getafe y en Segorbe no hay prostitutas a día de hoy? Pues a lo mejor, pero deben ser las únicas localidades españolas en esas circunstancias. ¿Y en las playas y piscinas de Getafe y Castellón no se ven chicas en topless? Lo pregunto porque semejante circunstancia también puede arrastrar al pecado a más de uno y erosionar el tejido familiar, pero no he escuchado ni a Tomás Gómez ni al obispo de Getafe predicando sobre el tema.
No digo yo que la escasa proporción de Eurovegas dedicada al juego no pueda arrastrar a alguien a la ludopatía, al despilfarro e incluso a la fornicación, pero si esos son los objetivos que se pretende atacar entonces no comprendo cómo ni los socialistas citados ni los obispos declarantes no han emprendido en todos estos años una cruzada –laica o católica, allá cada cual– encaminada a extirpar tanto pecado e inmoralidad.
Y a toda esta perplejidad que me invade al meditar sobre las declaraciones de socialistas y obispos se suma ya el estupor que me causa contemplar que Eurovegas se equipara a una "Babilonia pútrida". En la Biblia, Babilonia es un nombre utilizado para definir dos entidades diferentes. La primera es la ciudad de Babilonia. Modelo de santidad no es que fuera, desde luego, pero no tengo noticia alguna de que se dedicara desenfrenadamente al juego ni tampoco que recurriera a la prostitución más que otras urbes pasadas o presentes. La segunda es una entidad descrita en Apocalipsis y aquí sí que ya me pierdo con el símil porque esa Babilonia es una entidad religiosa de la que se dice que se asienta en una ciudad con siete colinas (Apocalipsis 17: 9), que va vestida de color escarlata (17: 3), que fornica con los gobernantes de la tierra (18: 9) y en cuyo interior se encuentran algunos creyentes verdaderos a los que se anima a abandonarla para no ser partícipes de su castigo (18: 4). Se podrá pensar lo que se quiera de la identidad de esta Babilonia, pero yo por más que me devano los sesos no consigo ver el paralelo con el proyecto de Eurovegas. Claro que también puede ser que al que se le ocurrió la comparación le pase que confunde los coños con la calumnia como otros el culo con las témporas.
Lo pueden atribuir ustedes a mi malicia natural –que no niego y nunca he ocultado– pero no puedo evitar tener la impresión de que, al final, lo que jeringa de Eurovegas es que el empresario es judío –una circunstancia repetida de manera enfermiza por algún medio católico que, seguramente, se irritaría con razón si, al hablar de Ruiz Mateos se dijera continuamente "el empresario católico"– que viene de una nación medularmente capitalista como los Estados Unidos y que sería un triunfo para una liberal como Esperanza Aguirre. En suma, sería una suma de casi todas las bestias negras de la carcundia hispana situada a la izquierda y a la derecha. Eso y, por añadidura, el empeño irrefrenable de algunos por convertirse en el referente moral por antonomasia de esta pobre sociedad con razón o sin ella, venga a cuento o no, exponga o no las incoherencias éticas del que pontifica. No parece que ni unos ni otros vayan a recibir exenciones, privilegios ni subvenciones aunque, eso sí, puede que decenas de miles de familias puedan tener un trabajo honrado sin relación alguna con la prostitución o el juego. Esa es la conclusión a la que yo me he permitido llegar. Supongo que no faltará gente que me dirá que no sólo estoy fatalmente equivocado sino que además debería darme vergüenza permitir que ideas así se me pasen por la cabeza, pero si tuviéramos que pensar lo que le agrada a la gente, con toda seguridad, no pensaríamos.