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Pedro de Tena

Rescatando a Nadal

Me atrevo a rescatar para la vida pública algunos elementos que corren el riesgo de desaparecer en el limbo deportivo por si merece la pena considerarlos.

Secuestrado por el tenis, la figura de don Rafael Nadal Parera, en adelante Rafa Nadal, va mucho más allá de la pista de tierra, hierba, cemento o la que sea. Por ello, viejo y tardío aficionado a la raqueta grande y conocedor de lo difícil que es jugar y no digamos ya ganar un trofeo, incluso de barrio, me atrevo a rescatar para la vida pública algunos elementos que corren el riesgo de desaparecer en el limbo deportivo por si merece la pena considerarlos.

El primero, sentirse orgulloso de ser español de corazón sin más tonterías. Todos hemos visto a Rafa mirando a su bandera con la naturalidad de quien sabe quién y qué es. 

El segundo, aceptar sinceramente las reglas de juego. Incluso para cambiarlas. Es perverso decir que se aceptan las reglas para luego conspirar contra ellas. El tenis es real porque es formal, como la democracia. 

El tercero, actuar con transparencia absoluta hasta en los más mínimos detalles. Gracias a los modernos artilugios, se puede ver, oír y tener la información de manera continua en la pista de tenis y en los gobiernos. Luz y taquígrafos.

El cuarto, jugar limpio poniendo la verdad por delante del propio interés. Si la pelota ha ido fuera, se reconoce (bien diferente al fútbol donde la mentira campa a sus anchas). Si el gobierno ha hecho tal cosa, lo ha hecho. Fuera farsas y medias verdades.

El quinto, buscar la competencia personal, esto es, desear ser competente de verdad sin falsificaciones ni atajos. En el tenis, no puede haber enchufismo, sino mérito y capacidad demostrada. No podemos ser iguales (ni siquiera es bueno serlo) y la vida, como la ATP, hace su clasificación según muchos factores. Pero es decisivo tener la libertad de cambiar nuestra posición mejorándonos.

El sexto, aceptar la competitividad como método de mejora de uno mismo y de los demás. La competencia no es perjudicial salvo cuando no se practica el juego limpio. No cabe amañar un partido por la espalda del adversario ni hacer pactos anticiudadanos. 

El séptimo, no rendirse nunca y estar dispuesto siempre a reconquistar la posición perdida. Se puede ganar y se puede perder. Si ganar es importante, lo es tanto o más estar dispuesto a volver a intentarlo.

El octavo, ser conscientes de que la familia y el equipo son necesarios para conseguir grandes y pequeños objetivos. Salvo Gila, que nació solo, los demás necesitamos un grupo humano en el que cobijarnos y crecer mejor.

El noveno, la sencillez y la cabeza clara. Ser un gran tenista es bueno, pero no es importante más que como juego, diversión y/o negocio en algún caso. Como dijo Nadal tío, hay cosas más relevantes en la vida que correr tras una pelota, como amar, inventar, curar, investigar, enseñar, construir, ayudar...

Décimo, hay que respetar a los adversarios no atribuyéndoles intenciones perversas o malas artes sino reconociendo su legitimidad por querer ganarnos y ser mejores. Pero, claro, con limpieza y si es preciso, con jueces que la defiendan.

¿Podríamos empezar a asimilar el ejemplo de este español y aplicarlo a la vida en general y a la vida política en particular? Pues habrá que rescatar estos elementos de la pista de tenis, ordenarlos mejor, ampliarlos tal vez y elevarlos a cierta categoría.

Naturalmente, no tengo ni idea de cómo es Rafa Nadal en la intimidad. Ni falta que me hace. Hablo como público de alguien que hace lo que hace en público y que le da las gracias por ello. 

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