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Amando de Miguel

Coloquialismos, barbarismos y barbaridades

Me entero ahora de la reforma universitaria en marcha por la que se puede disfrutar de una beca con algún suspenso y una nota media máxima de seis sobre diez. Vergüenza me da.

Eduardo Fungairiño recupera la vieja disquisición sobre los letreros de "prohibido asomarse al exterior" en los trenes de antes. Su parecer es que era un resultado de la Compañía Internacional de Coches Camas y de los Grandes Expresos Europeos. Con ese título solo se podía llegar a Lisboa o a París; por eso parecía tan extravagante. Añade: "Cuando se quería ridiculizar al Movimiento Nacional, abreviadamente conocido como FET y de las JONS, se decía Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista y de los Grandes Expresos Europeos".

José Óscar Gil Gutiérrez, desde Colombia, me dice que en su país ha habido varios intentos de reducir la retahíla de diminutivos que adornan el lenguaje coloquial. Para defenderlos, alguien se alzó con este verso apócrifo de un romance popular: "¡Don Juan, don Juan, la puntita no más que soy doncellita!".

Se recordará la crítica que hice al libertario que tomé por profesor de Derecho en Salamanca, Miguel Ángel García Martínez. (Proveo su nombre de tildes, ya que él no pone ninguna). Resulta que no es profesor de Derecho sino estudiante de Matemáticas. Menos mal. Pero el hombre insiste en que las asignaturas de la carrera de Derecho son "chatarra mental", donosa metáfora. Su opinión es que "las Facultades de Derecho deberían estar para formar abogados fundamentalmente". En su virtud, algunas asignaturas, como "Filosofía del Derecho, Derecho Natural, Historia del Derecho, Derecho Canónico, Derecho Internacional, etc., etc. (son) directamente perder el tiempo". En lugar de esas asignaturas, habría que estudiar otras, como "Código de la Circulación, Contabilidad y Estadística". Es más, el futuro sucesor de Von Neuman sostiene que "el Derecho es útil en la sociedad, pero no es una ciencia y no debería formar parte de las universidades". No sé si decirle que las Matemáticas no son propiamente una ciencia porque no pueden experimentar. Pero constituyen el fundamento lógico de muchas ciencias, por lo que deben estar en la Universidad. En el siglo XVI, el cardenal Silíceo (preceptor de Felipe II) profesó en Salamanca por sus conocimientos de Matemáticas y de Teología, entre otras disciplinas.

Javier Vicuña, más mesurado, entiende que "no es de recibo considerar absurdas las asignaturas de Derecho", mencionadas por nuestro anterior comunicante.  Menos mal. Ante opiniones como la del matemático intonso se entiende que sea tan grave la situación de nuestras Universidades.

Ya que estamos con lo de la Universidad, transmito la historia que me contaba ayer un colega, catedrático de Economía. Se presentó un estudiante para rogar al profesor que le pusiera un cero sin examinarse. Ante una petición tan estrafalaria, mi amigo trató de indagar la razón. El estudiante contestó con naturalidad: "Con un cero puedo renovar otra vez la beca. Si no me presento al examen, me quitan la beca". No es un caso aislado. Me entero ahora de la reforma universitaria en marcha por la que se puede disfrutar de una beca con algún suspenso y una nota media máxima de seis sobre diez. Vergüenza me da.

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