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Javier Somalo

¿Hubo custodia? Aun peor

Una prueba nunca es una eventualidad. O es prueba o no lo es. Es como si en un asesinato encontramos una pistola cerca de la escena del crimen y la guardamos –con cadena de custodia incluida– “ante la eventualidad” de que sea útil para la investigación.

Visto lo visto, ocho años después del 11-M sólo cabe ponerse en la peor de las sospechas: no nos conviene saber la verdad. La inmensa mayoría de los políticos alardea de saber lo que interesa a los ciudadanos y esta vez no podía ser de otra manera con la terrible inconveniencia de que ahora están todos de acuerdo.

Las siempre pertinentes y agudas preguntas retóricas de Luis del Pino me han sugerido una más que voy a tratar de argumentar.

Tras archivar las diligencias que se abrieron sobre los restos de un vagón que halló este periódico –foco de una de las explosiones donde murieron personas–, la Fiscalía explica en una escueta nota de prensa que:

O sea, que se puso todo el empeño posible en que un vagón entero preñado de pruebas, prueba en sí mismo, se conservara por si había que hacer análisis posteriores y se informó de ello tanto a Del Olmo como a Bermúdez… ¿y ninguno de los dos pidió hacer tales análisis?

Quiero recordar que la sentencia de Bermúdez confiesa no haber podido averiguar cuál fue el arma homicida del 11-M. Lo vistió bien el juez al decir que no se conocía con exactitud todo lo que estalló. También –aunque Luis del Pino lo hace mucho mejor– quiero recordar que de noventa toneladas de trenes llegaron a la pericial gramos de pruebas y encima lavadas. Ante tan evidente ausencia de material probatorio, ahora sabemos que ni Del Olmo ni Bermúdez reclamaron estudiar un vagón completo del que conocían su existencia, según dice el Fiscal. ¿No se presentó la “eventualidad de posibles análisis posteriores” cuando se discutía sobre el polvo rosa de extintor, el clavo oxidado o el trocito de plástico?

Además, una prueba nunca es una eventualidad. O es prueba o no lo es. Es como si en un asesinato encontramos una pistola cerca de la escena del crimen y la guardamos –con cadena de custodia incluida– “ante la eventualidad” de que sea útil para la investigación.

Lo dicho, el Poder ha consensuado que a los ciudadanos no nos conviene saber la verdad. No mires, niño, que te puedes traumatizar. Pero el niño, al final, siempre lo ve. Y lo cuenta.

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