El Gobierno Rajoy lleva cinco meses largos montado en el machito y eso, en los tiempos que corren, es una eternidad. Como ha sido una eternidad muy deslucida y cada día pinta peor que el anterior, ¡no como antes!, ha recobrado impulso una solución drástica y muy entretenida. No hablamos de remodelaciones, que es la típica cosa aburrida, ni de intentar que corrija su rumbo, latoso procedimiento. A situaciones de emergencia, soluciones de emergencia, a grandes males, grandes remedios, que ya no valen medias tintas ni paños calientes. Así, distintas voces, políticas unas, académicas otras, coinciden en la panacea: despedir a este Gobierno y contratar a otro, evitando, claro, la complicación electoral.
Ahí viene lo emocionante. Se trata de instalar un gobierno de concentración. Pues estamos a los pies de los caballos, hacen falta grandes acuerdos nacionales. Quién lo va a discutir. El cenizo de turno preguntará por qué no se pacta en el parlamento. Ese pobre hombre no entiende la magia del asunto. Los partidos que ahora discrepan se unirán como una piña en un gobierno chop-suey. De regreso a su hábitat natural, el PSOE dejará de oponerse a los recortes, la reforma laboral y la austeridad de Merkel. Llamados a tan alta misión, CiU y PNV pondrán todo su empeño en salvar a España y aceptarán una buena poda autonómica. Por fantasear. Será que soy algo descreída, pero me cuesta apreciar que el regreso de un Rubalcaba baje la prima de riesgo. O que la cooptación de un Durán mejore la solvencia de Bankia.
Es de mal gusto defender a un gobierno. Pero es un esperpento en la peor tradición que en un trance crítico personas y personajes influyentes promuevan un golpe blando, y en nombre del europeísmo. ¿Golpe, qué golpe? Porque en esta clásica intriga, en la que unos saben lo que hacen y otros no saben lo que dicen, miran a Italia, por no mirar a Grecia, y proponen un Monti. Rajoy renuncia, que ya ha tenido su oportunidad, el parlamento acuerda, el tecnócrata aterriza, y todo legal. Una pequeña diferencia es que Berlusconi y Papandreu torearon durante dos años las directrices de la eurozona. Aproximadamente los que dedicó Zapatero a faena similar. Lástima que ese coro dispuesto a corregir a las urnas no se hiciera oír entonces, en el ecuador de un segundo mandato, en condiciones que hubieran legitimado una gran coalición. Pero no sé qué tienen las mayorías absolutas del PP. Parece que provocan.