Lo mejor que puede decirse del plan de reinserción de presos de ETA es que tiene prácticamente asegurado el fracaso. Fracasará si su propósito es el declarado, como naufragaron la vía Nanclares y los experimentos similares precedentes. En cambio, ese lindo programa de "educación para la ciudadanía" tendrá mucho éxito como señal de que el Gobierno Rajoy no quiere empecinarse en el "inmovilismo" y está dispuesto a dar "pasos", tal como reclaman aquellos que creen tan poco en el carácter definitivo del cese definitivo, que propugnan toda una panoplia de "gestos" para consolidarlo. Ese éxito, precisamente, conducirá al fracaso, pues cualquiera barrunta que a un paso le seguirá otro y, así, los presos etarras, en lugar de aprovechar esta primera rebaja, esperarán a la ganga.
Qué lamentable, ¿verdad?, pero nunca han funcionado los proyectos de reinserción con tales reclusos. El promedio de los acogidos fue, en los años noventa, de un 2,8 por ciento y con la vía Nanclares, de un 3,2 por ciento, como ha expuesto en detalle Mikel Buesa. Apareció un importante foco de disidencia entre esos presos en el año 2004, pero la negociación de Zapatero se lo cargó. Quién se va a disociar de una banda terrorista, arrepentirse y todo lo demás, cuando un Gobierno se sienta a hablar con ella de política y, por supuesto, de su gente en la cárcel. Qué clarividencia la del anterior presidente. Y no le van a la zaga en perspicacia quienes confían en la "generosidad" y la mayor tolerancia hacia los testaferros de ETA, como garantías del final del terrorismo. De ser garantía de algo, lo son de perpetuar el chantaje.
Más claro, Currin. No es adecuado que ETA se disuelva, ha dicho el correveidile, porque, entonces, ¿quién velará por sus presos? Una organización de caridad, la tal ETA. Y también tendrá que proteger a su "izquierda abertzale" para que no la vuelvan a ilegalizar, oiga. Y así ad nauseam y ad infinitum. Pero entiendo que este tono crítico es propio de la derecha radical, tan obcecada ella, que cree en el probado procedimiento de no dar al terrorista atisbo alguno de esperanza en conseguir sus objetivos, ni espacio público a su frente político, ni confianza en una futura salida gratis total a sus presos. Esto último es lo que acaba de colocar el Gobierno en el horizonte con su paso, su traspié, y su plan de aulas. Es sabido que la política penitenciaria del palo y la zanahoria cosecha calabazas, pero igual piensan que cosecha votos, pongamos, en el País Vasco.