Un libro en papel tiene una serie de elementos insustituibles: las propias páginas, la tinta... Y, cómo no, la portada y la contraportada, que ya sean mejores o peores, más duras o más blandas, son imprescindibles para dar forma final al mismo e incluso para leerlo con cierto confort.
Obviamente, el ebook no necesita una cubierta física que le dé consistencia y proteja el contenido, ni un lomo en el que podamos leer el título y distinguirlo en una estantería. De hecho, si somos estrictamente racionales, una vez comprado ni siquiera necesita una portada que lo identifique, aunque pueda ser útil en nuestra aplicación de lectura.
Por otro lado, si leemos en un dispositivo de tinta electrónica y en blanco y negro las portadas tampoco pueden lucir como en una buena impresión con un papel de gramaje muy alto o una tapa dura, sino que se enfrentan a una escala limitada de grises con limitadas posibilidades artísticas.
¿Quiere esto decir que los libros digitales van a acabar con las portadas? No, aunque sí van a redefinir el uso que se les da y, por el momento, parece que la de las portadas es otra de esas cuestiones que está en un impasse y que todavía no ha logrado redefinirse.
Reflexiono sobre el tema al leer un interesante artículo en The Atlantic en el que se describe precisamente ese momento en el que lo viejo no tiene ya tanto sentido y lo nuevo todavía no ha acabado de tenerlo: por un lado, las portadas que se limitan a un diseño visualmente atractivo ven mermar su importancia en los escaparates de Amazon y similares, reducidas a una miniatura que casi nunca se ampliará; por el otro aquellas que ofrecen algo más, que apuestan por una experiencia digital más compleja (animación, sonido, elementos interactivos...) resultan caras y no parecen justificar la inversión extra.
Hago aquí un paréntesis para aclarar que, al menos en mi opinión, la portada siempre ha sido más determinante en el mercado americano que en el español: el tipo de trabajo más llamativo que nosotros asociamos únicamente a los best-sellers allí se usa para cualquier libro y el diseño parece aquí más mediatizado por la pertenencia a colecciones o editoriales que dejan menos espacio a la creatividad del portadista, lo que no quiere decir que en España no se hagan excelentes portadas.
Pero volviendo a la cuestión de partida, no creo que los libros digitales "maten" a las portadas, aunque como está ocurriendo en prácticamente cualquier aspecto de la industria editorial sí las van a cambiar: cumplirán nuevas funciones y para ello necesitarán nuevos diseños, probablemente más audaces, seguramente con más elementos que el puramente visual.
Por supuesto, y como en todo lo demás, este no será un cambio radical de hoy para mañana, sino que irá en paralelo con ese nuevo ecosistema creativo que en internet y en las redes sociales deberá acompañar a un ebook.
Y al final del proceso apuesto porque serán, incluso, más importantes que ahora.