Más que palabras
Ignoro qué tripa se le ha roto a Daniel M. Schutt, que ahora me apostrofa: "Usted no es el primer sociólogo español de ningún modo, con esa pequeñez de FOESSA y por más que haya publicado 453 libros y novelas".
Esta seccioncilla se mantiene por sí sola porque el lenguaje está lleno de errores, desaciertos, disparates y resentimientos. Se me acumulan ejemplos todos los días y no sé por dónde empezar. Habrá que ver el lado divertido de todo ello.
Primero, el resentimiento. Ignoro qué tripa se le ha roto a Daniel M. Schutt, quien me criticó aquí mi desaliño indumentario en las tertulias, aunque procuro llevar corbata. Pero sobre gustos hay poco escrito. Ahora me apostrofa: "Usted no es el primer sociólogo español de ningún modo, con esa pequeñez de FOESSA y por más que haya publicado 453 libros y novelas. Pepín Vidal Beneyto, que en paz descanse, pasaba a usted por varios metros, tal como Fernando Lázaro Carreter". Vamos a cuentas. Cronológicamente, el primer catedrático de Sociología que hubo en España fue Manuel Sales y Ferré, hace más de un siglo. Por lo que respecta a la Sociología moderna hay varios catedráticos que son algo más veteranos que yo. Lo único que se puede decir es que quizá sea yo el sociólogo más conocido por el público. La razón no es tanto por mis publicaciones como por el hecho de haber salido en la tele desde hace más de 40 años. También es objetivo que fui el primer sociólogo español que abrió un despacho de Sociología y ejercí como autónomo en esa materia. Con Pepín Vidal mantuve una buena amistad. Él era mucho más político que yo en todos los sentidos, aunque nunca estuvo en la cárcel. Su obra sociológica no es muy conocida. Fernando Lázaro fue un maestro para mí (y para otras muchas personas) por sus artículos de divulgación lingüística. Nada menos que presidió la RAE, donde yo nunca entraré. Concluye don Daniel su hiriente alegato: "Su grado de solvencia es mínima, aunque tenga un corifeo de aduladores, typical Spanish. Spain is running out of ideas. Usted es un claro exponente". Protesto por lo de "corifeo", que era el director del coro en Grecia. Lo de que en España se acaban las ideas no lo dirá don Daniel por Libertad Digital.
Maribel Torbeck, desde las Montañas Rocosas, me consuela de mi complejo de aparecer en la tele con desaliño indumentario. Ella me ve con la apariencia de un "sabio distraído y simpático". Me compara con un eminente astrofísico a quien trató en un observatorio de las Montañas Rocosas. El hombre iba hecho un Adán, pero en lo suyo era un destacado científico. Doña Maribel me cuenta la historia de Alberto Einstein. Estando en Berlín, un colega le criticó por llevar una desastrada chaqueta. El sabio le contestó que no tenía por qué cambiarse, pues todo el mundo sabía quién era. Años más tarde, el mismo colega se encontró con Einstein en Nueva York, quien llevaba la misma chaqueta. Ante la ironía del colega, Einstein le contestó que no tenía por qué cambiarse porque en Nueva York nadie sabía quién era.
Jesús Laínz (a quien confundí con su homónimo Jesús García Castrillo; pido perdón) me envía las especificaciones para seguir el "Máster universitario en aprendizaje a lo largo de la vida en contextos multiculturales" de la Universidad de Zaragoza. Y luego dicen que no hay que hacer recortes en la Educación. Don Jesús recoge este "trabucazo", oído en un autobús. Una mujer ya mayor decía a alguien por teléfono que sacara no sé qué alimento del "terrorífico". Comprendo que el frigorífico entrara muy tarde en las costumbres españolas.
Agustín Fuentes me envía otra perla. Es una investigación, con fondos europeos, para rescatar las recetas de cocina que se han trasmitido por vía oral en los pueblos del Campo de Gibraltar. La investigadora se llama Mariluz Muñoz Ruiz. La recetas no son de hace siglos sino de mediados del siglo XX. Comenta don Agustín que, por lo visto, en esa época no había imprenta. Es otro ejemplo de cómo hay que hacer muchos recortes en la investigación científica. Ahora se entiende por qué nos escatiman los fondos europeos para investigar.
Alberto Torrijos cierra la polémica sobre los aeropuertos de Castellón y Ciudad Real. El primero se ha hecho fundamentalmente con fondos privados; el segundo con fondos públicos. Pero ambos son un fracaso para la sociedad, porque se derrocha capital y trabajo. "El concepto de la dicotomía de lo público y lo privado es un error en sentido estricto". Muy bien visto.
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