Arenas y la ofensiva del Tet
Hacerse con el último bastión socialista era apetecible, pero también confiaba el PP en resolver, así, el embrollo de las finanzas autonómicas recurriendo a la autoridad del partido y no a la del Estado
Los socialistas, y la izquierda a su rebufo, han decidido festejar el resultado de las andaluzas tal y como si acabaran de conquistar un feudo histórico del Partido Popular. Oyendo al exultante Rubalcaba se diría que su siempre leal compañero y amigo Pepe Griñán ha logrado desbancar al cuasi vitalicio presidente de la Junta, Javier Arenas, tras un hercúleo esfuerzo contra un poder omnímodo. Lo celebran con tal entusiasmo que parecen los Verdes de Baden Würtemberg cuando finiquitaron sesenta años de gobierno de la CDU en aquella región alemana. Son unos profesionales, especialistas en el arte de colgar, en cada instante, el decorado que les conviene, sabedores de que la realidad política no es sólo lo que es, sino también, y ante todo, lo que parece. La curiosidad de nuestro caso estriba en que suelen contar, para tales maniobras, con la cooperación del perjudicado.
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