Hace ahora cinco meses, en noviembre de 2011, los españoles acudieron a las urnas de manera masiva para dar el vuelco definitivo a una situación que era insostenible desde todos los puntos de vista: político, social y económico. Un cambio que poco antes, en mayo de ese mismo año, los españoles habían anticipado en las elecciones municipales y autonómicas, llegando al cambio político en autonomías como la mía, Castilla-La Mancha. Se trataba en ambos casos de poner fin a las políticas que han llevado a España a la ruina y que habían sumido a nuestro país en lo más hondo del pozo del desprestigio fuera de nuestras fronteras. Unas circunstancias a las que nunca debimos llegar pero que, desgraciadamente, se vieron incluso agudizadas por la gestión nefasta de los gobiernos socialistas, como por ejemplo los de Barreda y Zapatero.
El uso que los ciudadanos hicieron entonces de su soberanía dio lugar a un cambio en la forma de entender la política, en la manera en que los nuevos gobernantes nos situamos ante quienes nos otorgaron su confianza y en el modo en el que gestionamos el dinero de éstos.
Frente al despilfarro y los números rojos, frente al egoísmo y la búsqueda del interés propio que se antepone al bien de todos los ciudadanos, frente a la parsimonia de quienes no supieron o, peor aún, no se atrevieron a adoptar soluciones, los gobiernos del Partido Popular son un claro ejemplo de cómo el trabajo duro y el rigor en la gestión encuentran su recompensa en forma de avances hacia la salida de la crisis.
Este 25 de marzo, por fin, les toca a los andaluces decidir con su voto qué va a ocurrir en el futuro. El pasado ya lo conocen: fraude y desastre económico, corrupción y nepotismo, paro y moral de derrota entre los jóvenes, que no ven clara la posibilidad de aspirar siquiera a un trabajo y mucho menos a emprender su propia aventura como empresarios. Andalucía necesita engrasar la maquinaria y ajustarla para que pueda funcionar de nuevo pero, sobre todo, urge cambiar sus piezas oxidadas y deterioradas por el paso del tiempo.
Nadie dice que sea fácil salir de esta situación pero, igual que los grandes toreros se ven ante los malos toros, los mejores gobernantes demuestran su buen hacer frente a las situaciones difíciles. Desde luego, quienes han dejado Andalucía en el lodazal en el que se encuentra no tienen siquiera la credibilidad suficiente como para presentarse ahora como los salvadores. Donde los socialistas, con una intención exclusivamente finalista, ven masa y multitud, nosotros vemos las caras de las personas, sus problemas y sus necesidades.
Por eso Javier Arenas es el presidente que se merecen los andaluces. Él es el que puede administrar con austeridad, el que sabe gestionar con transparencia y el que gobernará para todos los ciudadanos sin discriminarles por su ideología o por su opción política y sin otra preocupación que el bienestar de estos. Empezando por el empleo, pero sin olvidarse de la enseñanza, la sanidad y los servicios sociales.
Andalucía huele a cambio, pero es preciso que ese cambio venga de la mano de una amplia participación. Y por eso quiero animar a todos los andaluces a expresar su voluntad con el voto, ya que una gran participación será el primer paso para hacer historia. Porque la grandeza de la democracia es la posibilidad de elegir y de procurar la alternancia mediante la manifestación de la soberanía popular.
Esa misma soberanía es la que este 25 de marzo se manifestará también en Asturias. Muchos son conscientes de lo que podría significar un Gobierno socialista en el Principado y han optado por no perder el tren al que la mayoría de las autonomías ya se ha subido. Otros aún no han decidido su voto, aunque en los últimos meses han visto que de nada valen los experimentos ni los personalismos. Hace falta un Gobierno estable que saque adelante las políticas que sitúen a esta comunidad autónoma junto al resto de España, en el camino del crecimiento.
Asturias necesita un Gobierno fuerte, que piense en el futuro de todos sus ciudadanos. Ese futuro pasa por la generosidad de sus líderes políticos, para que no se centren exclusivamente en las siglas o los nombres propios, sino que se dediquen a trabajar por todos. Mercedes Fernández encarna a la perfección estos valores y puede convertirse en la primera presidenta del Principado, ya que cumple con todos los requisitos necesarios para asumir este gran reto con ilusión.
Por eso, quiero pedir a los asturianos que no se queden en casa, que voten para no quedarse atrás y para evitar el yugo del inmovilismo del que España ha empezado a liberarse.
La Sra. De Cospedal es presidenta de Castilla-La Mancha. Secretaria general del PP. Sígala en Twitter: @mdcospedal