Señor Presidente del Parlament
Señorías
Altezas
Querido Mariano: [¿Querido Mariano? Si vas a escribir para mí, negro, que te quede claro: el afecto no tiene nada que ver con el poder. Vale, veraneamos en el yate de Escarrer, nuestras esposas se fueron juntas de compras y Mariano me puso de ejemplo para cuando gobierne, si es que gobierna algún día. Pero no dudará en negarme si pierdo el favor del pueblo o se tuercen los idus de marzo, y lo mismo haré si es él quien cae en desgracia. Escribe lo que quieras, negro, nadie estará escuchando, pero nunca confundas las palabras con su significado]
Sean de gratitud mis primeras palabras a los prudentes isleños, como presidente de Baleares, desde esta noble tribuna donde el elixir de la democracia se destila cristalino en el alambique de la elocuencia y la esencia del bien se desparrama serena por el bruñido frasco de la razón [Qué labia tienes, negro. Me cuestas más que Aaron Sorkin; lástima que tu pasteleo no pase de María de la Pau. En fin, los prudentes isleños merecen un presidente con pico de oro y, total, son ellos los que corren con lo tuyo]
Desde este atril hacia el que pueblo mira con esperanza [¿Tú crees que colará?], yo diviso en esta clara mañana el pueblo mismo en la frente pura de sus magistrados [Cambiar “pura” por “ávida”, me gustan las esdrújulas. Consultar el parte meteorológico] veo el pueblo en su policromada vidriera de afanes e ilusiones [Joder, negro, me van a crujir como obligue a los periodistas a buscar “policromada”. ¿Qué tal “niquelada”? Todo el mundo entiende “niquelada”. “Veo al pueblo en su niquelada jaula etcétera etcétera”], el pueblo que trabaja, estudia y emprende, el pueblo creador, celoso de su libertad y prudente al delegar su soberanía, el pueblo que nos ha elegido y exige de nosotros, tanto como la promulgación de leyes justas, la probidad de sus legisladores [Eres bueno, negro. Ya sabes de qué va esto: hacer como que dices, decir lo que no haces como si lo hicieras, no hacer lo que dices que harás]
A ese pueblo miro de frente y me dirijo para aceptar, agradecido, el alto mandato de dirigir nuestra tierra de promisión a un destino más próspero y libre entre las grandes ciudades mediterráneas. [Qué tiempos, negro mío, en que las palabras daban sentido a la realidad. Ahí donde me ves, he leído a Blake y soy capaz de entender que es el lenguaje el crea las cosas del mundo, y no al revés. Aunque es de Graves, al que adoptamos en Deià, de quien aprendí que “no hay dinero en la poesía ni poesía en el dinero”, por eso yo soy el presidente y tú, mi sonajero]
Solo soy el hijo del tendero republicano que celebraba, orgulloso, cada 14 de abril en los tiempos difíciles de la dictadura. [Me llegas muy dentro. En casa éramos todos de izquierdas. Burgueses y de izquierdas. Pero se vive mejor de ministro. ¿Tú crees que si muestro mi perfil progre y republicano, el PSOE votará mi investidura?]
Soy solo aquel estudiante de Económicas [A ver si van a pensar que no terminé la carrera, como Pepiño] que aprendió de sus mayores [Ok. Un toque jovial] la lección más importante: que el destino está hecho de la materia del esfuerzo [Ahí le has dado] y que la integridad no es una opción, sino el único camino posible, por largo que este sea. [Que me da la risa, negro, mira que me conozco]
Un gran poeta mallorquín, Gabriel Alomar, escribió en el catalán desatado y glorioso del modernismo que “ens fa sentir la consciença / de Nostra espuria d’inmmortals / i e un moment de vida immensa / reclou centüries eternals”. [¡Mola! Cualquier idea me pertenece si suena bien. Quién necesita la memoria, la cultura, el estudio, pudiendo tener un negro. ¿De qué sirvió a Azaña, a Unamuno, pensar y escribir? ¿Evitó la inteligencia creadora, acaso, que desbarraran, les libró del error, el fracaso, incluso el crimen? Mi lucidez es otra: la ley y el favor. Ella trabaja en lo oscuro y el sigilo]
Señorías, cuando es guiada por el generoso ideal, la visión política puede, al igual que la poesía, encender al pueblo con “la chispa de los inmortales” y “en un momento de vida inmensa, reducir siglos eternos” [Escuchándote, negro, me entran ganas de pertenecer al pueblo. Apenas una sensibilidad pasajera].
He tenido una visión de vida inmensa [tal cual] en la que nosotros, isleños todos, hijos de comerciantes y banqueros, de navegantes y descubridores, de poetas y artesanos, prosperamos hasta adquirir palacios y barcos [siempre he dicho que un toque autobiográfico da autenticidad a los discursos], sedas y manjares, en un Archipiélago de abundancia inagotable y playas como gemas, habitado por un pueblo laborioso, libre y feliz que vota durante generaciones al Partido Popular. [Ni el mismo Marco Antonio le hubiese comido la oreja al pueblo con más sentimiento. Yo mismo disolvería el Parlament después de investirme, solo por volver a ganar. Pero he quedado a almorzar con el Duque]
He visto mi tierra balear a rebosar de turistas. He visto puertos deportivos de aguas turquesas que lamen como mascotas las quillas blancas de los yates, campos de golf que parecen felpudos ascéticos del mar, hoteles que proporcionan lujos para los que aún no existen deseos, fastuosos polideportivos rugiendo de adoración a los mejores atletas del mundo, auditorios como ballenas canoras y varadas. [No te motives, negro. A ver si la peña se va a pensar que todo esto sale gratis]
He visto un río de riqueza regando inagotable nuestras islas [Córtate un pelo, pedazo de subsahariano. Insisto en que leas a Graves: “Una vez que te abandonas a una metáfora, Claudio, cosa que sucede muy rara vez, la sigues demasiado lejos”].
Señorías, hoy subo tembloroso a esta tribuna, sede de la prudencia y crisol del bien común, para dar las gracias y aceptar, sin alharacas, de una manera prosaica y directa, sin alardes retóricos para los que no estoy dotado [Suprimir. Es evidente que haré un discurso memorable], con un recio y servicial "sí" que nace del sentido del deber y el amor a mi tierra, aceptar, digo, Señorías, la sagrada responsabilidad de conducir a mi pueblo hasta el manantial de la felicidad.
[Esta es mi visión, negro fiel: he visto una terrible condena, una sentencia demencial, interminable, llena de frases torturadas y sin sentido, un ladrillo de oscuridad que es, en sí mismo, el salomónico castigo, el ojo por ojo a los pestiños que escribirás para mí. En mi pesadilla, la juez comprende tu cháchara, la juzga profunda y la encomia con su propia jerga subsahariana. Tu mundo sonajero es lo único real. Los dos vamos a la cárcel, negro, pero tú entras como un genio y yo, como un golfo. OK a todo. Pasar a limpio en cuerpo 18. Párrafos cortos. Dos copias, una para mi chófer. Ya sabes cómo facturármelo.]