Miguel Marín
¿Por qué debe ganar el PP en Andalucía?
En el siglo XXI, todos los países conocen perfectamente lo que tienen que hacer para ser prósperos. La apuesta por la libertad económica es la única salida a la situación actual de Andalucía
Son muchos los motivos para desear que gane el Partido Popular en las elecciones andaluzas del próximo domingo. Como andaluz, como español, como demócrata,…muchos motivos, de muy diversa índole y, todos ellos, de mucho peso.
Comenzaré por la higiene democrática. Entre los elementos que constituyen la esencia de la democracia, se encuentra en lugar destacado la alternancia entre partidos de distinto signo político. Es cierto que la alternancia no es, en sí misma, garantía de nada concreto, y mucho menos de buen gobierno, pero lo que nadie duda es que, tras 34 años consecutivos en el poder la atmósfera política andaluza está -digámoslo suavemente- enrarecida.
La aparente tolerancia ante los frecuentes casos corrupción o ante los abusos en el uso del dinero público sólo se entiende por la creación de un gigantesco sistema clientelar, una sociedad de privilegios para unos cuantos, con evidente descrédito de la clase política y desencanto por parte de los ciudadanos respecto a la capacidad -incluso la utilidad- de sus políticos por revertir la situación.
El segundo de los motivos se puede resumir en una frase: "si aplicamos las mismas políticas, obtendremos los mismos resultados". Y los resultados no son como para sentirse satisfecho. Con uno es suficiente. Andalucía es la Comunidad Autónoma con mayor nivel de paro de España y de Europa, con el sonrojante 31% registrado el último trimestre de 2011. Y no es un problema de la crisis actual, pues los niveles de paro y de actividad ya eran inasumibles en los mejores años de la expansión económica de nuestro país. Sin duda, el legado más dañino del Gobierno socialista es haber envuelto su incapacidad en el mensaje de Andalucía es diferente, una suerte de determinismo histórico que ha calado entre muchos ciudadanos, que, como su gobierno, aceptan con resignación la imposibilidad de Andalucía de competir en pie de igualdad con las regiones más prósperas de España o el mundo.
Este planteamiento ha sido utilizado sistemáticamente como coartada para anestesiar las capacidades de la sociedad andaluza, para ir aumentando paulatinamente el poder de lo público hasta límites irrespirables para la iniciativa privada. Ahí están los datos del magnífico y revelador trabajo realizado por Cabrillo, Biazzi y Albert comparando los índices de libertad económica de las Comunidades Autónomas en 2011. Andalucía ocupa el puesto 16 entre las 17 regiones españolas, solo por delante de Extremadura.
Todos los indicadores utilizados muestran una intensa actividad regulatoria que limita la actividad económica y que relega a Andalucía a los últimos lugares en comparación con el resto de Comunidades Autónomas (Comercio: 14/17; Educación: 14/17; Medio Ambiente: 16/17; Movilidad 14/17; Sanidad: 14/17; vivienda 9/17). Los indicadores de dimensión del sector público son igualmente reveladores destacando entre ellos los del esfuerzo fiscal, es decir, el coste para los contribuyentes de la financiación del gasto público, que sitúa a los andaluces en el puesto 15 de españoles que mayor esfuerzo fiscal realizan. Relacionado con este último, también en impuestos los andaluces se encuentran en el puesto 15 de 17 regiones que más pagan comparando mismos tipos de familia. Y Finalmente el indicador de transferencias (14/17) de rentas y recursos a empresas y familias que mide el elevado grado de intervención pública en la economía o, si se prefiere, la financiación del sistema clientelar al que antes aludía.
En el siglo XXI, todos los países conocen perfectamente lo que tienen que hacer para ser prósperos. La libertad ha ganado la batalla de las ideas y de los resultados. La apuesta por la libertad económica es la única salida a la situación actual de Andalucía y además es una salida eficaz, porque funciona siempre. Andalucía no es diferente. Andalucía ganará el futuro si se mueve, si apuesta por la reformas, por cambiar las cosas, si apuesta por que los andaluces decidan por ellos mismos.
No hay países ni regiones condenadas al fracaso. Sólo existen buenas y malas políticas, buenos y malos Gobiernos. Mantener el gobierno y las políticas socialistas condena a Andalucía a la asistencia social del resto; condena a los hijos de los andaluces a seguir saliendo de Andalucía para labrarse un futuro con oportunidades.
Hoy la única opción que está en condiciones de cambiar las cosas, de provocar el cambio de expectativas que Andalucía merece es el Partido Popular. Como andaluz, como español, como demócrata, Andalucía se merece un cambio.
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