Se agradecen los artículos del Sr. García Domínguez, más entroncados con las preocupaciones del liberalismo clásico que con la econometría, lo que facilita la reflexión sobre las contradicciones que pueden debilitar cualquier proyecto común en España. En este caso hay dos ideas que revelan cierta incapacidad para construir un discurso integrador:
- Una izquierda localista por la ficción de las “nacionalidades históricas”.
- Una derecha internacionalista por la ficción de los “mercados autorregulados”.
Este ficcionalismo coincide en reducir las capacidades del estado al mínimo, confundiendo respectivamente el estado con la nación y con el gobierno y se relaciona con la crisis del estado-nación ya sea el territorio (independentismos), población (individualización, emigración-inmigración) o soberanía (decisiones tomadas en organismos supranacionales de dudosa calidad democrática, apaños legislativos para acomodar multinacionales, etc). Las preguntas serían:
- Si hay algún espacio racional y no tanto retórico-patriotero para un proyecto de bienestar común en el que quepa la identidad española no como suma o fruto de relatos ideológicos o míticos sino como actitudes y valores compartidos y reconocibles más allá de dogmas socioeconómicos o identidades nacionales simbólicas.
- Si el enfoque exclusivamente mercantil de la globalización del actual liberalismo economicista se muestra capaz de conciliar el legítimo, pero excesivamente sacralizado, interés por el lucro de las personas con el sentimiento colectivo de pertenencia a una sociedad propia y plural más allá de aceptar una identidad global desnaturalizada.
Saludos.
cutty_co, ese mantra que recitas ya lo escuchamos todos los días por estos pagos...No cuela.
El señor Domínguez ha escrito: "Quién habría de decirles que, en el siglo XXI, izquierda y derecha se repartirían el trabajo de demolerlo al alimón. La una, revuelta contra la Nación. La otra, contra el Estado."
Los liberales españoles no quieren demoler el Estado. Lo que pretenden es reducir el tamaño del Estado. Demoler y reducir no son sinónimos. No cuela, señor Domínguez.
¿Cómo que la derecha está revuelta contra el estado? Gran error.
Los que estamos revueltos contra el estado somos los libertarios jovenzanos, que no somos de derechas ni de izquierdas: sencillamente somos pocos y estamos abrumados por la inabarcable cantidad de problemas estúpidos que las generaciones anteriores han creado y no han querido resolver pudiendo hacerlo.
La derecha es completamente estatalista. Vamos, tiene tanta fe en el Estado central que todavía cree que puede jugar a la descentralización, al reformismo y al regionalismo. La derecha actual española está, como siempre, a favor de «reformar» el Estado y en contra del interés de la Nación, que es hacer tábula rasa y volver a empezar. España es un Estado fracasado, porque hemos dejado acumular fantasma sobre fantasma y siempre se ha preferido el camino cómodo a afrontar la realidad.
Hay Estados que han creado su Nación, pero hay naciones que crean estados. Otra cosa es que con la muerte de la generación que crea el Estado la nación siga existiendo o no. Es más fácil sustituir a un puñado de funcionarios que a la sociedad toda, con sus costumbres, sus vicios, sus virtudes.
Le ha quedado un gran artículo de actualidad con "la Pepa" como excusa.
Guárdelo y si el 2 de mayo o el 12 de octubre… se siente sin inspiración, podrá volver a escribirlo cambiando el acontecimiento histórico
El problema del proceder de la llamad Pepa es el de siempre de todos los doctrinarimos: querer que la realidad se modifique de un plumazo. Por eso si se manda que los españoles seamos justos y benéficos eso va a cambiar la realidad... Como si hoy se suprimen las autonomías dejaría de haber nacioalistas o si -omo decía el cretino de ZP- con ingeniería social se cambiara a lagente... Aviados estamos.
Es rigurosamente cierto que el proceso es inverso: el Estado (o mejor, el poder político) crea la nación. De hecho eso ocurre también con las lenguas que, lejos de ser creación espontánea del "pueblo" (esp tan difuso que no existe) se revelan obra del poder político. En eso consiste la norma que acaba haciendo que un dialecto se transforme en lengua. Por ese proceso el castellano llegó a serlo y el aragonés (que tuvo en sus inicios cultivo literario) se quedó por el camino. Por la misma razón creo que la carga sentimental de la llamada Pepa de marras deber[ia ser rebajada considerablemente. No era un proyecto viable, como los hechos demostraron y tal vez con un desideratum más modesto pero más cerca de la realidad española de aquel momento se hubiera logrado imponer. Tampoco Francia es ningún modelo. Con la tercera república entró la escuela pública, pero también el laicismo y su anacronismo ya en aquel enonces y que hoy está dando tantos problemas y una corrupción notable del sistema. Magnífico artículo, una vez más.
Totalmente de acuerdo.
El Estado crea la Nación.
Y también la deshace