Los políticos y la cultura
No he visto a un solo político mencionar la necesidad de que el mundo sea cada vez más artístico, más espiritual, de que la poesía sea divulgada y mimada en cada rincón del planeta
¿Interesa la cultura a los políticos? Sí, en épocas de elecciones, faltaría más. En Francia, por ejemplo, a pocas semanas de elegir nuevo presidente, o el mismo, en los debates televisados ha brillado por su ausencia el tema de la cultura, el futuro de la música y de su comercialización, así como la comercialización de las películas, el destino de los libros y de los escritores, y así de suite… Aunque los políticos seducen con falsas promesas al mismo grupito de artistas que se repite año tras año en los mismos programas televisivos. Todo eso para retratarse o hacerse filmar el día del triunfo entonando La Marsellesa, deprimente… Sin embargo, no los invitan a los programas donde hay o habría verdaderamente algo que decir o que proponer.
En los debates no ha faltado el panadero, el activista político de los suburbios enarbolando un libro sobre los suburbios, el tema recurrente, que si la carne halal o la kosher (eso no es arte ni siquiera cultura y educación, eso es panfleto social socialistoide), la madre de familia, el textilero, la sombrerera, todos han pasado y han podido preguntarle a Sarkozy, o proponerle ideas, a quien siendo presidente se prepara para devenirlo nuevamente en caso de que pierda Hollande, o de que Bayrou o Le Pen no lleguen a las finales; sin embargo, ni un solo escritor, ni un pintor, ni un músico, ha aparecido frente a las cámaras para preguntarle qué pasará con el destino de las obras de arte, qué pasará con el arte y con los artistas. Qué pasará con lo más importante del ser humano, la espiritualidad, tal como ha defendido el cantante Miguel Poveda, en la presentación en España de su nuevo disco, titulado nada más y nada menos que ArteSano, en un magnífico doble juego de palabras en el que se ve explícita la calidad artesanal del auténtico arte, y la pureza y sanidad del arte musical, del canto, y del estilo flamenco.
No he visto a un solo político mencionar la necesidad de que el mundo sea cada vez más artístico, más espiritual, de que la poesía sea divulgada y mimada en cada rincón del planeta, de la urgencia en apoyar con millones de euros o de dólares a los poetas, a los artistas. No he oído hablar más que de millones desperdiciados en pagarles indemnizaciones a los burócratas de la cultura, a los que han vivido todos estos años de robarle los derechos de autor a los artistas, a los escritores; y que han seguido viviendo del trabajo de los demás tan campantes y sonantes.
En las escuelas los profesores de idiomas y de humanidades se quejan del poco interés de los gobiernos por valorar las materias que incentivan el gusto por las bellas artes, por el dibujo, la música, la lectura, la escritura. Pero hay que decir que a las familias tampoco les interesa demasiado que sus hijos se sientan implicados en la aventura artística. Ninguno de ellos ha tenido un diálogo con los políticos.
Todo hay que decirlo: entre un banquero y un poeta, tal como van las cosas, las familias prefieren a los banqueros. ¿Por qué? Prefieren a un ladrón antes que a un raté (perdido). Aunque no voy a exagerar clasificando y generalizando a todos los banqueros como perversos cacos desinteresados del arte. Conozco a unos cuantos que no sólo subvencionan exposiciones y revistas, además consiguen que sus bancos promuevan el arte, apoyando concursos e invitando a los artistas a que participen de las publicidades y de las actividades visuales de las instituciones bancarias.
Pero a los políticos nada de eso les interesa, lo que les importa de los bancos principalmente es el dinero para sus campañas. De hecho, en los debates no podemos observar un discurso humanista, todo se reduce a los tirones de pelo y a echarse en cara medidas que no cumplirán ni en los mejores sueños, y a hablar y hablar de dinero, de presupuestos y sumas que hacen temblar de incredulidad al común de los mortales.
No he podido sopesar el nivel cultural de ninguno de los contrincantes de Sarkozy. Hollande habla como un payaso, alocado y siempre mostrando su sonrisa medio sonsa. Todos son unos tecnócratas, en Francia. Unos administradores de bajo talante. Pero de talante mejor ni hablemos, que nos recuerda al peor Zapatero que ha tenido España. En Estados Unidos, peor, la mayoría son como unos iluminados, aparentan ser más predicadores de sectas que personas cuerdas con un proyecto político, económico, cultural y social. Ya sabemos que a lo más elevado que ha llegado el actual presidente es a tararear cancioncillas de American Idol, en lo que a cultura se refiere. Me pregunto por qué en vez de volverse a presentar en las elecciones presidenciales no se presenta a un concurso con la intención de devenir una vedete televisiva. En España, bueno, lo siento, pero la cultura ha sido secuestrada, sea por los fanáticos de la izquierda, sea por los farsantes de la derecha. No hay término medio. Total, es difícil que con la cultura se pueda llegar a enriquecerse uno, porque no hay ningún camino, ni siquiera un trillo, ni un mísero ladrillito, que sirva y conduzca a la especulación inmobiliaria… Bueno, tal vez, como mucho, vía el folclorismo de mantilla y peineta…
Zoé Valdés es escritora. Su última novela es El todo cotidiano (Planeta, 2010)
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