Quizá lo peor del arriolismo haya sido que desnaturalizó durante los fríos años de oposición al sujeto sobre el que ensayaba sus ideas, el parlamentario antes conocido como Mariano Rajoy. Aquel que le espetara desde el escaño azul, cuando Aznar, a la ínclita Carmen Romero: "De nadie dudo sobre su capacidad intelectual; ni siquiera de usted". Aserto que provocó la ritual rasgada de vestiduras de los beatos socialistas. Parecidos correctivos le aplica ahora a cierto Baldoví, independentista valenciano por más señas. El mismo que vio chocar sus ardides retóricos en la sesión de investidura con el férreo muro oratorio del de Pontevedra. En aquella ocasión, el diputado de Compromis depuso enfático sobre su presunta diferencia social con el resto del hemiciclo. A lo que el presidente in pectore le interrogó si pensaba, su señoría, que sus compañeros de bancada, a diestra y siniestra, descendían "de la pata del Cid".
Probado en estas lides, a las que se suma su inmersión gozosa en cuanto vericueto político le propone Rosa Díez, parece difícil explicar su temor a medirse en plazas menores. Valga decir, esas comparecencias ante los inofensivos muchachos de la prensa, que a todo lo más, pueden lucirse con agresivas preguntas pero, cuestión de formato, sin derecho a réplica.
Sirva todo lo anterior como encendido elogio de la denostada sesión de control semanal al Gobierno, que impide a los integrantes del Consejo de Ministros ejercer de semovientes. Pero sirva, también, de severa advertencia contra las tentaciones aislacionistas que todo cargo conlleva, y que el periodismo definió hace tiempo con acierto como "síndrome de La Moncloa".
Crisis económica y de la construcción europea al margen, pronto se cernirán negros nubarrones sobre la gestión gubernamental, dentro y fuera de nuestras fronteras. Porque alguna respuesta tendrá que dar España a los conflictos iraní y sirio, y mucho más, aunque en esta ocasión en solitario, al desafío de una izquierda abertzale definitivamente legalizada y con más poder que nunca. Momento en que deberá emerger la genuina versión del gallego. La misma con la que en su primera legislatura en la oposición defendió, en memorable discurso, la razón ilustrada del Estado frente al neocarlismo trabucaire encarnado por el plan de aquel Ibarretxe. Llegada la hora no sobrarán las palabras, aunque sí los asesores aúlicos.
El Sr. Alonso es subdirector del programa Sin Complejos, de esRadio. Sígalo en Twitter: @mariano_alonsof