Contrariamente a la idea generalizada, existe en Estados Unidos una izquierda radical vigorosa e influyente. Tanto que está ahora mismo instalada en la Casa Blanca. Pero también es cierto que el núcleo de la sociedad americana es conservador, lo que allá incluye generalmente el liberalismo económico y político. Es esta América genuina la que no cesa de sorprender al observador ocasional, perpetuamente desorientado por la prensa dominante, cuando confirma las tradicionales convicciones americanas.
La enésima sorpresa corresponde a la victoria obtenida por Santorum, el exsenador católico de Pensilvania, en las primarias de Alabama y Misisipi.
La derecha americana ha resucitado, así, a unas cuantas muertes decretadas por los medios desde 2008. Bush hundió el conservadurismo, afirmaban. Pero en las elecciones de medio mandato de 2010 la ola –bautizada aquí de ultra-radical-fanática-extrema, etcétera– del Tea Party llenó de republicanos las dos cámaras del congreso. El movimiento no se recuperaría de la renuncia de Sarah Palin, que a punto estuvo de hacer ganar a McCain en 2008, a presentarse a las presidenciales, aseguraban. Pero apareció Michelle Bachman. Cuando esta abandonó la carrera Republicana de nuevo se dio por finiquitada la tendencia. En realidad la representaron numerosos conservadores (Herman Cain, Gingrich o el propio Santorum) por lo que los medios tuvieron que emplearse a fondo explotando sus reveses respectivos en el combate por la designación. Así una y otra vez.
El comedido Romney, que supondría una mejora sideral en comparación con Obama, artífice de un declive económico y abandono internacional azorantes, es quien experimenta ahora el empuje de esta derecha mil veces enterrada. Quedó tercero en ambos estados detrás de Gingrich, a pesar de gastar el doble que este y cuatro veces más que Santorum. Estos últimos resultados garantizan básicamente la continuidad de la competencia hasta mayo. Se aventura la posibilidad de que Romney logre el mayor número de delegados pero no alcance los 1144 necesarios para encabezar la candidatura oficial en agosto en Tampa, Florida. Ello daría a esa convención Republicana un papel inusual, aunque similar a la Demócrata de 2008 que eligió a Obama sobre una Hillary que ganó el voto popular.
Lo posible podría convertirse en probable de retirarse Gingrich. Casualmente ello depende en parte de un conocido de la opinión española, el propietario de casinos Adelson, que apoya económicamente su campaña.
Es difícil exagerar la influencia de Estados Unidos sobre el conjunto de Occidente. Por eso es tan importante este desarrollo de la democracia en acción y por eso acongoja tanto al mundo llamado "progresista". Obama no las tiene todas consigo pues acaba de perforar su suelo de aceptación bajando al 41 por ciento y la economía americana mejorará, si acaso, muy escasamente de aquí a noviembre. Así que es de suponer que seguirá sorprendiendo lo normal: que la reacción natural de esa América real a las reprochables políticas de Obama sea tratar de elegir un candidato que las revoque.
GEES
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Enésima resurrección conservadora
El comedido Romney, que supondría una mejora sideral en comparación con Obama, es quien experimenta ahora de esta derecha mil veces enterrada
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