Cuando pasen los días y se enfríe el asunto del Auto del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y sus consecuencias, supongo que alguien se acordará del caso concreto, y si el Auto en sí puede haber resultado tremendo, lo que acarrea para la familia que presentó el recurso resulta tremebundo. Me refiero a que el Auto de marras pone de manifiesto que en España se puede ganar un caso en el Tribunal Supremo y que eso no tenga ningún efecto beneficioso en la práctica. Porque si los lectores de Libertad Digital están, creo yo, más bien en contra y seguramente escandalizados por el contenido del Auto, si hacemos un breve repaso de las fechas nos damos cuenta de que con el tiempo se ha hecho lo de "la bolita, la bolita". Porque todo esto se inicia en 2006. El Tribunal Supremo da la razón a los recurrentes en 2010. Y después de casi dos años, el asunto vuelve a estar donde empezó: en la nada y en el Supremo.
Y de eso quiero hablarles: de la forma en la que se ha jugado con el tiempo, siempre en contra de las personas que ya tenían una sentencia a su favor. Nos podemos preguntar, por ejemplo, por qué motivo sus ilustrísimos magistrados/as, han necesitado siete meses para resolver un recurso de reposición. Porque este Auto viene de eso, de un recurso de reposición, que tampoco es para tanto, jurídicamente hablando. Siete meses que casualmente coinciden con el inicio del curso escolar y que hacen inútil cualquier pretensión de los padres respecto a este curso y al siguiente. Y también hay que preguntarse por qué la Sala decide suspender la ejecución. Está claro que si a alguien le ha causado un perjuicio esa suspensión ha sido a la familia que ya tenía una sentencia favorable, pero de la que, visto lo visto, podrán disfrutar sus hijos…cuando decidan escolarizar a los suyos propios.
Yo no digo que la demora y la suspensión del procedimiento, evitando que pudiera cumplirse la sentencia en este curso, hayan sido intencionadas; pero no puedo evitar que ustedes, queridos lectores, lo piensen. La Sala sabía desde el principio que esto iba a acabar en el Supremo sí o sí, con lo cual incluso para la atascada Justicia de los “altos” y no tan altos Tribunales, siete meses resultan excesivos. No digo yo que sea adrede, pero que es demasiado y que a los señores magistrados la "situación jurídica individualizada" parece que les ha traído al pairo, es evidente. Vaya, que no ha sido sólo una cuestión de fondo y de forma; también lo ha sido de tiempo.
Maite Nolla
Cuestión de tiempo
El Auto del Tribunal catalán sobre libertad lingüística pone de manifiesto que en España se puede ganar un caso en el Tribunal supremo y que eso no tenga ningún efecto beneficioso en la práctica
En Sociedad
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