Qué vacías las calles llenas
Aún no hemos visto el día en que los alumnos protesten contra esta masificación de la ignorancia, que nos ha costado tanto dinero
El aburrimiento, dijo una vez Robert Nisbet, es la fuerza más menospreciada de la historia. Y no es que las últimas algaradas estudiantiles sean fuerza ni tampoco historia, pero aburridas, hasta el infinito. Qué predecibles, qué insustanciales, las pobres, aunque, desde luego, fotogénicas. Allí donde una turbamulta queme algo, contenedor, coche, banco o antiguo cine neoclásico como el Attikon, puesto en llamas por la rebelde juventud ateniense, allí estarán las agradecidas cámaras para hacer del vandalismo espectáculo. Fue cuando hicieron una pira del Attikon, en claro repudio a la cultura, que un telediario puso la explicación de una ciudadana que estaba en el ajo. De acuerdo, no está bien –concedió- pero estamos tan indignados, que qué podemos hacer.
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