Esto de las palabras y el habla apasiona tanto porque algunas veces se relaciona con el sentimiento nacional. Por ejemplo, Miguel Ángel me pide la opinión sobre la cruzada que ha emprendió Pío Moa contra el bilingüismo de las escuelas cuando significa la enseñanza del inglés. Recuerdo que las Cruzadas originarias fueron un fracaso. Es decir, no se reconquistó Jerusalén. En cambio, los españoles sí acabaron por expulsar a los musulmanes de la Península. Por cierto, la Reconquista supuso igualmente que la lengua castellana se abrió a la arábiga y de ese modo se enriqueció y pasó a ser la lingua franca en la España medieval. El inglés es hoy la lingua franca del mundo. Por tanto, mi opinión es que harán bien las escuelas en hacer que los niños españoles aprendan a moverse tanto en español como en inglés. Tampoco debe olvidarse que el español es la lengua común de los españoles. Se sabe que el aprendizaje temprano de dos o más lenguas al mismo tiempo (con tal de que vayan a ser utilizadas) no supone ningún obstáculo para el desarrollo de la inteligencia; todo lo contrario.
Juan Pablo Forcén me envía un documentado alegato a favor de la "marca España". La verdad es que nunca he sabido qué sea eso de la "marca España". Espero que alguien me lo explique. El argumento de mi corresponsal es que toca a su fin lo que podríamos llamar la civilización industrial y que ahora entramos en la "comercialización del talento". En su virtud, la productividad ya no va a regirse por la aplicación al trabajo, por la disciplina, sino por el talento, la creatividad, la originalidad. La tesis de don Juan Pablo es que precisamente los pueblos latinos se han distinguido siempre por esas cualidades de originalidad y creatividad. En cambio, los pueblos anglosajones y centroeuropeos descuellan más por la disciplina, la rigidez horaria. Por eso triunfaron en los primeros estadios de la revolución industrial. Me pide don Juan Pablo que le proporcione alguna bibliografía para documentar su tesis. Le puedo remitir a los trabajos de Ramón Menéndez Pidal, Julio Caro Baroja, Fernando Díaz Plaja o Ramiro de Maeztu. Yo mismo he escrito libros enteros sobre los rasgos de la sociedad española contemporánea. Ahora bien, no creo que sean unos rasgos permanentes, dados en la Historia de una vez para siempre. Es decir, no hay un verdadero "carácter nacional" que distinga a unos pueblos de otros de modo definitivo. Hay constancias, tendencias, pero siempre se dibujan de modo empírico y para una época determinada. Tengo para mí que la verdadera distinción temporal no es entre la civilización industrial y la del talento o como se llame. A lo que vamos es hacia una sociedad que yo llamo "estacionaria", en la que dejaremos de hablar de desarrollo económico y términos parecidos. Es decir, volvemos a una especie de Edad Media en donde el cambio económico y social va a ser muy tenue. Comprendo que una tesis así provoque reacciones contrarias, pero es así como entiendo las cosas. Necesitaría un libro entero para explicarme. Estoy trabajando en ello. No sé si me dará tiempo para componer ese libro, más que nada porque tengo otros en la lista de espera. A mí los libros me esperan que los escriba, aunque pueda parecer presuntuoso (y lo soy). En definitiva, no me parece que los rasgos característicos de la mentalidad de los españoles actuales sean los más adecuados para una “sociedad estacionaria”, que es ya la que empezamos a tener. Por ejemplo, en esa sociedad de "juego de suma cero" (= unos ganan porque otros pierden) la envidia puede ser mortal. Aquí habría que volver a Unamuno. Antes de eso habrá que ver cómo nos acostumbramos a que no vaya a crecer el producto económico, la población, el empleo, las ciudades, etcétera. Adiós al desarrollo y no digamos al desarrollismo.
El Sr. De Miguel es catedrático de Sociología de la Universidad Complutense y escritor. Su último libro es la novela Judíos en la ciudad de los ángeles (Infova, 2011). Miembro del panel de Opinión de Libertad Digital desde su fundación.