Continúa la polémica sobre si se debe decir "una hora menos en Canarias" o "una hora antes en Canarias". B. Solera, desde Canarias, sostiene que le suena mejor lo de "una hora antes", aunque precisa que el locutor desde la Península o las Baleares lo mejor es que se refiera a la hora local, la mayoritaria en España. De ese modo, los canarios bien pueden entender una fácil traducción a su huso horario. Por cierto, en un primer correo B. Solera sugiere que quizá sea "uso horario". Luego me envía otro correo para rectificar y reconocer que, hablando de todo esto, debe decirse "huso horario". La verdad es que las dos expresiones tienen sentido. Se dice "huso horario" para referirse a cada uno de los 24 en que convencionalmente se divide la superficie de la Tierra. Dado que es una esfera, las 24 divisiones tienen la forma de husos, los que se emplean para hilar. Pero también podemos decir los "usos horarios", en el sentido de las costumbres referidas al horario. La palabra "huso" viene del latín fusus. De ahí procede huso, fuselaje, fusiforme. En cambio, del latín usus procede uso, usura, usuario, abuso, utillaje. No es lo mismo hilar que utilizar o usar. Cabría preguntarse por qué el capricho de dividir la esfera terrestre en 24 porciones. Muy sencillo. El número 24 es divisible por dos tres veces y siempre da un número entero: 24-12-6-3. Por la misma razón se podrían haber dividido la Tierra en 360 husos. Demasiado complicado. Para mí que en alguna vez habrá una misma hora para toda la Tierra. Por cierto, José Alberto Torrijos insiste en que está mejor dicho “una hora menos” que “una hora antes” para referirse a la hora de Canarias cuando hablamos desde la Península o las Baleares. Me pregunto cómo lo dirán en la BBC cuando se dirijan a todos los países de la Commonwealth. Decididamente, lo mejor es que los locutores se abstengan de decir qué hora es en otro huso horario.
Jesús García Castrillo me envía una documentada disquisición sobre el origen armenio de las voces "zapato" o "galocha". Su teoría es que esas y otras palabras son restos de la influencia que las lenguas caucásicas tuvieron sobre algunas lenguas europeas a través de las migraciones medievales. No tengo ninguna prueba en contra. Me rindo ante la sapiencia de don Jesús. Siempre se aprende algo nuevo. Solo digo que esto del origen de las palabras no tiene fin. Por ejemplo, dice don Jesús que la voz "castillo" deriva del latín sin ninguna duda. Cierto es, pero a saber por qué los romanos llamaron castellum al castillo y castrum al campamento. Al final, si pudiéramos seguir ahondando en el origen de las palabras, llegaríamos a las voces naturales, a los sonidos que imitan a los animales o a la naturaleza. De ahí que la etimología sea una ciencia imposible, aunque muy divertida.
Pedro M. Araúz me observa que hay algunas palabras terminadas en el sufijo –umbre que tienen un tono "entre misericordioso y despectivo". Así, podredumbre, herrumbre, techumbre, muchedumbre, mansedumbre. Se me ocurren algunas más, como quejumbre o servidumbre. Pero no siempre se sigue esa regla. Hay otras palabras con la misma terminación que no son despectivas ni nada que se le parezca. Por ejemplo, certidumbre, costumbre, legumbre, cumbre, relumbre, lumbre. Creo simplemente que ese –lumbre es una forma de componer un abstracto. Hay que agradecerlo porque el español es un idioma resistente a hacer muchas abstracciones.
Algunas veces hemos escrito aquí sobre esa maravillosa cualidad de la lengua que es la polisemia. Sin ella difícilmente habría humor o ironía. Un ejemplo. Eduardo me comunica que le han devuelto la hoja que había rellenado del censo. Lo había hecho meticulosamente. Por ejemplo, ante la pregunta de si tiene personas a su cargo o que dependan de él, la respuesta que puso fue: "Dos millones de inmigrantes ilegales, un millón de delincuentes, cinco millones de desempleados, 900.000 presos, 750 idiotas en el Parlamento". Comprendo que el funcionario le devolviera la hoja del censo aunque me imagino que sacaría una fotocopia para comentarla en la tertulia con sus amigos.